Una economía con señales favorables y enormes desafíos
– Tinta clara
noviembre 2, 2025
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La economía colombiana muestra una situación mucho mejor que hace un año. En particular, el Indicador de Seguimiento Económico (ISE) se recuperó: en julio de 2025 creció un
La economía colombiana muestra una situación mucho mejor que hace un año. En particular, el Indicador de Seguimiento Económico (ISE) se recuperó: en julio de 2025 creció un 4,3 por ciento y en agosto un 2,0 por ciento anual. En dos años, la inflación se redujo a la mitad y ascendió al 5,1 por ciento. mientras que el desempleo cayó por debajo del 9 por ciento, alcanzando un mínimo histórico del 8,6 por ciento en agosto de 2025.
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Sin embargo, el progreso se ha visto respaldado por el consumo y coexiste con bajos ahorros, una inversión reducida y un crédito aún caro en un contexto donde se pronostica que el déficit fiscal será del 7,1 por ciento del PIB para 2025, un nivel alto en comparación con los años previos a la pandemia.
Este panorama mixto exige cautela: la situación es favorable, pero los fundamentos que sustentan el crecimiento a largo plazo siguen siendo débiles, expuestos a shocks externos y diferencias en los enfoques de la política económica.
Estos resultados marcan un punto de inflexión en los indicadores de corto plazo y plantean una pregunta clave: ¿hasta qué punto es sostenible este repunte? El debate no es si hay recuperación -la hay-, sino si este impulso puede consolidarse sin crear desequilibrios fiscales importantes. Y la experiencia demuestra que los ciclos basados en el consumo comienzan rápidamente, pero son menos eficaces para sostener el crecimiento económico, aumentar la productividad y el empleo y fortalecer la competitividad.
La inflación se redujo a la mitad en dos años y ascendió al 5,1 por ciento. foto:iStock
Causas de la recuperación
Por ahora, la recuperación depende más del consumo que de la acumulación de capital. El ahorro nacional cayó al 6,2 por ciento del PIB en el segundo trimestre de 2025, por debajo del 8 por ciento registrado en 2024. A su vez, la inversión productiva aumentó al 17,6 por ciento, por debajo del 23,8 por ciento alcanzado en 2015. Con una base de ahorro interno tan baja, el financiamiento de la inversión depende cada vez más de los flujos externos. El tamaño de la brecha entre ahorro e inversión interna explica por qué la capacidad de crecimiento potencial no está mejorando. Sin un aumento del ahorro y la formación de capital, no es posible que la economía gane tracción sostenible.
Una tasa de consumo tan alta es el resultado de múltiples factores que incluyen desde aspectos culturales y bajos niveles de ingreso (que impiden el ahorro) hasta aumentos recientes en el ingreso real e incentivos de políticas públicas.
Balanza de pagos y consumo
Este aumento del consumo también afecta a la balanza de pagos. En el segundo trimestre el déficit de la balanza comercial ascendió al 11,7 por ciento del PIB. Esto se debe a que las exportaciones han crecido un 0,6% en lo que va del año, en menor medida que las importaciones (9,9%), lo que es resultado de un aumento en las importaciones de vehículos. Debido a este deterioro, el déficit en cuenta corriente aumentó hasta el 2,5% del PIB.
Por su parte, las remesas han crecido significativamente y ascienden a $6.408 millones a junio de 2025. Como consecuencia de los flujos de la balanza de pagos y la mejora de los términos de intercambio, El peso colombiano se revaluó cerca de 12 por ciento entre enero y septiembre de 2025. lo que a su vez abarató las importaciones.
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A nivel interno, el poder adquisitivo de los hogares ha aumentado, lo que ha favorecido ajustes al salario mínimo (9,5 por ciento en 2025) y una expansión del ingreso medio real (6,3 por ciento para los trabajadores asalariados y 8,7 por ciento para los trabajadores no remunerados entre abril de 2024 y 2025). La confianza del consumidor también alcanzó su punto máximo en julio de 2025. En conjunto, el aumento del ingreso disponible y la reducción de la inflación han consolidado el consumo de los hogares como el motor inmediato de la recuperación.
En contraste con esta mejora interna, el entorno global se ha debilitado y ahora es más incierto, marcado por tensiones geopolíticas, una disminución del comercio internacional y una mayor volatilidad en las políticas estadounidenses.
Crecimiento estructural
Respecto a la capacidad de la economía colombiana para crecer en el largo plazo, no se puede perder de vista que entre 1960 y 2023, mientras varias economías asiáticas mantuvieron un alto crecimiento, Colombia se quedó rezagada. esos años, China multiplicó su PIB real más de 100 veces, Corea del Sur casi 70 veces y Colombia apenas 11 veces. Esta brecha refleja profundas diferencias en productividad, una participación limitada en las cadenas de valor globales y una oferta exportadora concentrada en productos primarios.
El déficit fiscal en 2025 será alto: se proyecta en 7,1 por ciento del PIB. foto:iStock
La competitividad de un país se puede medir de manera práctica, en relación con los precios de venta (IPC) y los costos de producción (IPP). Con esta medida se observa que Colombia registró una pérdida de competitividad en 2021 y 2022, ya que los costos aumentaron más que los precios. Sin embargo, entre 2023 y 2024, el IPC avanzó por encima del IPP y, A partir de 2025, el crecimiento del IPC será ligeramente superior al del IPP, lo que indica un aumento de la competitividad en el año en curso.
La cuestión de los impuestos.
El déficit fiscal en 2025 será alto: se proyecta en 7,1 por ciento del PIB. Esta situación es resultado de menores ingresos tributarios (17,0% del PIB) y un gasto público que los supera (24,2% del PIB). El nivel de ingresos está relacionado con el comportamiento del PIB. Merece especial atención la situación del consumo, cuyos componentes presentan una rigidez muy elevada (en torno al 90%).
Sin duda, el déficit fiscal requiere alcanzar el equilibrio en un plazo razonable. Sin embargo, no debemos perder de vista el hecho de que el déficit es un mecanismo de expansión keynesiano que se ha utilizado con éxito para la recuperación. También hay que tener en cuenta que no existe déficit no financiado, lo que nos lleva a pensar que el problema no es tanto el déficit sino su financiación, que en grandes cantidades puede implicar tipos de interés elevados.
Problema de crédito
A la debilidad del ahorro contribuye la escasa profundidad del mercado de crédito para el sector privado, equivalente al 41,4 por ciento del PIB (agosto de 2025), un cuello de botella en comparación con economías comparables.
Afortunadamente, la composición de la cartera de préstamos ha comenzado a cambiar. A junio de 2025, la proporción de préstamos comerciales aumentó al 51 por ciento del total, mientras que la proporción de préstamos al consumo cayó al 28 por ciento; el microcrédito (2,9%) y la vivienda (18%) también aumentaron su participación. Esta redistribución sugiere un cambio gradual hacia rubros más alineados con la producción. En este marco, el Pacto de Crédito pretende orientar la mayor parte de los préstamos hacia inversiones.
Aunque los tipos de interés medios se redujeron respecto a 2023. Los costes de financiación siguen siendo elevados para iniciar nuevos proyectos, especialmente para las PYME. Cuanto mayor sea la tasa de interés, mayor será la rentabilidad requerida, lo que reduce el número de proyectos viables.
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Aunque el país vive con financiamiento abierto voluntario desde 2022, no ha logrado avances significativos. Por ello, el Gobierno aprobará próximamente una normativa que establecerá su obligatoriedad, lo que fomentará la simetría informativa y una mayor competencia, permitiendo la expansión del crédito y la reducción de los tipos de interés.
Una cuestión monetaria
Lo que podría ser el mayor problema para la economía del país es la baja liquidez, medida por los medios de pago por encima del PIB (M2/PIB), uno de los más bajos del mundo. En 2024, la relación M2/PIB fue de 48,8% en Colombia, 75,1% en Chile y 227,5% en China (2023: 174,6% en Corea del Sur y 99,1% en Estados Unidos).
La situación de liquidez de Colombia también es una restricción crediticia y un lastre para el crecimiento. Una de las razones para mantener una política monetaria tan restrictiva es que cualquier expansión monetaria genera inflación. Es un enfoque antiguo que ha sido refutado por las estadísticas comparadas.
Discordia política
En este contexto, las decisiones políticas difieren en su enfoque: la política fiscal fue expansiva (mayor inversión pública y aumento del salario mínimo), mientras que la política monetaria mantiene una postura restrictiva, enfocada en alcanzar la meta de inflación. Aunque la tasa de política monetaria cayó al 9,25% en septiembre de 2025, los préstamos aún están caros (17,6% en consumo y 13,5% en comercial ordinario), lo que desalienta los proyectos.
La coordinación entre la política monetaria y las decisiones fiscales es crucial para que el impulso de corto plazo no se convierta en presiones inflacionarias y para que la política monetaria no desacelere el crecimiento.
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Crecimiento sostenible
Para mantener los avances recientes, el país debe abordar los factores que amenazan su sostenibilidad. La reciente descertificación de Colombia por parte de Estados Unidos (sujeta a una exención) demostró la exposición del país a decisiones de terceros. Lo cual, sumado a la dependencia del ahorro externo y la baja profundidad financiera, muestra un panorama de vulnerabilidad.
Para pasar de una situación favorable a un crecimiento sostenible es necesario actuar en tres ámbitos complementarios:
Ahorro interno: impulsado por incentivos que promueven el ahorro de largo plazo y lo canalizan hacia inversiones.
Financiamiento productivo: ampliar la competencia en el sistema financiero y facilitar el acceso a préstamos para inversiones.
Productividad: incentivo a la formación técnica relevante que incremente el valor agregado de las exportaciones.
No se trata sólo de crecer, sino de cómo creces. El ahorro interno debe crecer para desencadenar un ciclo de inversión que aumente la capacidad instalada, el empleo y las exportaciones. El desafío ahora será mantener estas correcciones hasta que la inversión, no el consumo, impulse la expansión. De estos acontecimientos dependerá que la recuperación deje de ser un episodio y se convierta en una fase de crecimiento estable y sostenible.
CÉSAR FERRARI, PH. d.
Por TIEMPO
Superintendente Financiera de Colombia, en colaboración con Andrés Felipe Trejos Medina, Juan David Martínez Barreto y John Eduardo Anzola Morales.