En el mes de mayo se hizo pública una fusión sin precedentes entre tecnología militar y lógica de videojuegos. Ucrania había lanzado una sistema de recompensa que otorgaba puntos a sus soldados por matar a tropas rusas o destruir sus vehículos, siempre que estos actos fueran verificados mediante grabaciones de vídeo con drones. Ese sistema, una especie de “militares amazónicos”Se ha actualizado con los drones como protagonistas.
 
Un verdadero tirador. el ahora llamado “Sistema de bonificación del ejército de drones” que ha surgido en Ucrania se presenta en la superficie como una plataforma de incentivos que incluye la estética y la mecánica de los videojuegos (puntuaciones, ‘tablas de clasificación’, tiendas online y recompensas) pero en el fondo hay una transformación operativa: un esquema institucionalizado que cuantifica las bajas, los éxitos de observación y los logros logísticos para traducirlos en recursos reales (drones, vehículos autónomos, sistemas de guerra electrónica) a través de la tienda interna llamar a valiente1. 
Nacido hace poco más de un año y acelerado en los últimos meses hasta pasar de 95 a 400 unidades participantes, el sistema ya está mostrando fuertes efectos en el combate (según cifras oficiales, 18.000 bajas rusas atribuible a acciones vinculadas al sistema en un solo mes) y ha ampliado su radio de acción más allá del ataque aéreo a misiones de reconocimiento, artillería y logística, incorporando a la práctica militar nociones de competencia, mercado interno y métricas de desempeño antes ajenas al arte de la guerra.
  
Mecánica y lógica. La arquitectura del programa funciona con reglas claras y convertibles– Cada acción acreditada (desde eliminar a un combatiente enemigo hasta capturar a un prisionero y destruir a un operador de drones) otorga puntos que se pueden canjear por material. en valiente1lo que crea un bucle de retroalimentación donde el éxito operativo se transforma en capacidad material para seguir luchando. 
La actualización del tabla de puntuación (por ejemplo, duplicar los puntos por matar infantería o establecer 120 puntos por capturar a un prisionero) revela la capacidad del sistema para reorientar los incentivos en función de prioridades estratégicas y necesidades políticas, y al mismo tiempo evidencia una mercantilización de la eficiencia: la vida y la muerte pasan por un umbral técnico-económico que convierte las decisiones letales en una función costo-beneficio. Esta economía interna altera la microdecisión del combatiente y reubica la logística y adquisición dentro del propio espacio táctico, con la tienda Brave1 actuando como un mercado de guerra que prioriza la asignación por mérito competitivo.
 
     
                   
   
   
        Captura de pantalla del sistema de recompensas.
   
    
 
Automatización e IA. El sistema no se limita a la contabilidad, integrar herramientas tecnologías que cambian la naturaleza misma de la selección y el compromiso de objetivos. Los drones parcialmente controlados por algoritmos que sugieren objetivos y corrigen la fase terminal de la trayectoria representan un paso hacia la automatización letal, mientras que prácticas como “Uberorientación” Demuestran cómo las interfaces consumistas y geoespaciales se han convertido para usos bélicos.
 
Así, marcar un punto en un mapa y provocar un impacto remoto es la traducción operativa del gesto cotidiano. para solicitar un transporte. El requisito de prueba de video Para la obtención de puntos, también genera una amplia base de datos operativa que alimenta el aprendizaje institucional: qué objetivos se alcanzaron, con qué plataforma, desde qué distancia y cómo se comportó la defensa enemiga. Este archivo visual y métrico facilita la difusión de técnicas entre unidades y acelera la innovación desde abajo, con efectos reales en tácticas y doctrinas.
Efectos psicológicos. El guardián dijo que, más allá de lo material y lo técnico, el sistema produce una especie de crisis emocional: Altos funcionarios reconocen que el proceso de asignar un valor numérico a la vida humana ha terminado por convertir la violencia en un trabajo técnico, “práctico” y “sin emociones”. 
Al mismo tiempo, la gamificación produce efectos de camaradería y competencia que, según los comandantes, son saludables y fomentan disciplina y aprendizaje entre pares. Sin embargo, esta misma dinámica puede generar sesgos operativos (priorizar objetivos de alta puntuación sobre objetivos tácticamente relevantes, o la tentación de operaciones con baja efectividad pero alto desempeño acumulativo) que distorsionan la coherencia estratégica.
Implicaciones y extensión. La experiencia ucraniana demuestra que los principios de incentivos pueden transferirse a otras áreas: artillería que recibe puntos por impactos válidos, reconocimiento que gana recompensas por identificar objetivos y logística que puntúa el uso de vehículos autónomos en lugar de convoyes humanos. 
 
Esta extensión transforma el ecosistema de guerra en un conjunto de mercados internos donde la innovación táctica y tecnológica se monetiza y escala rápidamente, lo que obliga a los planificadores una doble urgencia: explotar las ventajas inmediatas del sistema sin perder coherencia estratégica y diseñar contramedidas éticas y operativas que impidan que la competencia interna fragmente las prioridades del esfuerzo militar.
¿Y la ética? Es la gran pregunta. Éticamente, la mercantilización de la violencia plantea profundas preguntas sobre responsabilidad, proporcionalidad y crímenes de guerra: ¿Quién responde cuando una puntuación induce a una acción que viola el derecho humanitario? 
La apropiación de la IA para la selección de objetivos también introduce la cuestión de atribución de responsabilidad entre operadores humanos, algoritmos y la cadena de mando. Estratégicamente, convertir la ganancia de equipo en la fuente principal de reabastecimiento tiene como objetivo crear bucles de dependencia que, en escenarios de desgaste logístico, desalienten las operaciones de desgaste a largo plazo que son necesarias en el corto plazo para objetivos más grandes.
Puntuación de la violencia. El “Sistema de bonificación del Ejército de Drones” representa una mutación relevante para la forma en que se organizan la motivación, la adquisición y la innovación en la guerra contemporánea: incorpora lógica de mercadoeconomías puntuales y tecnologías de automatización que aumentan la letalidad y la eficiencia, al tiempo que erosionan los marcos morales y abren nuevos vectores de riesgo. 
Su aporte es innegable en términos de capacidad y adaptación, pero su expansión reclamar urgentemente un marco que aún no existe a nivel nacional o internacional. De fondo, una larga duda en esta especie de Amazonía militar: que lo que hoy se celebra como innovación táctica puede convertirse mañana en una fuente estructural de inseguridad y falta de control moral en el campo de batalla.
 
Imagen | Ministerio de Defensa Ucrania, Ministerio de Defensa de Ucrania
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