Trágica historia del colombiano indultado por Obama – Tinta clara
junio 3, 2025
0
Ni el tiempo ni el dolor en su alma han doblegado a Emiliano Arboleda, un afrodescendiente longevo, de mirada triste. Quizás, tantas angustias han acelerado su calvicie, dejando
Ni el tiempo ni el dolor en su alma han doblegado a Emiliano Arboleda, un afrodescendiente longevo, de mirada triste. Quizás, tantas angustias han acelerado su calvicie, dejando ver uno que otro cabello canoso.
Con paso lento recorre las calles de su Buenaventura natal, manteniéndose firme en la cruzada que en esta ciudad vallecaucana, junto a las aguas del Pacífico, emprendió hace más de dos décadas desde que su hijo mayor fue sentenciado a permanecer confinado en una celda de Estados Unidos.
Don Emiliano desea abrazar profundamente a Abelardo, cuando ya trae a cuestas el peso de casi 80 años.
El pasado 4 de abril, don Emiliano sumó otro año de vida, 78 para ser exactos, sin celebración alguna.
Su existencia ha transcurrido con el agobio y el cansancio de hacer cuentas en su mente.
Abelardo Arboleda Ortiz, indultado por Barack Obama, cuando estaba en la Casa Blanca. Foto:Suministrada a EL TIEMPO por Emiliano Arboleda
Abelardo, el mayor de sus 19 hijos, lleva 26 años preso en una celda que no supera los 10 metros cuadrados.
Cuando se cumplieron los primeros 16 años tras las rejas, don Emiliano y el abogado Arlington Agudelo, quien era personero de Buenaventura en la época, lograron lo impensable desde la ciudad puerto del Valle: que en Estados Unidos le perdonaran la vida al bonaverense que se encontraba en el corredor de la muerte en la cárcel de Kansas, de ese país, en 2017.
Abelardo Arboleda Ortiz, indultado por Barack Obama, cuando estaba en la Casa Blanca. Foto:Suministrada a EL TIEMPO por Emiliano Arboleda
El propio Barack Obama, cuando era presidente de los norteamericanos, hizo el milagro de cambiar el destino de Abelardo Arboleda Ortiz, de una inyección letal por cadena perpetua.
Obama, antes de terminar su mandato, había incluido a Abelardo en un listado de 209 personas a quienes se les redujeron las penas en cárceles de Estados Unidos. En ese listado, 65 recibieron indultos y, entre ellos, estaba el vallecaucano.
Y ahí, en ese 2017, el corazón y el alma de don Emiliano, se alivianaron en parte de la pena que arrastraba. «Ya era un paso de que podía seguir vivo y que tuviera cadena perpetua nos hacía pensar en que podíamos seguir buscando maneras para que pudiera volver», dice el adulto mayor».
Tiempo después, abogados norteamericanos que han llevado el caso le dijeron que aguardara, que no perdiera la esperanza en que su hijo podría salir en un futuro bajo libertad condicional, que harían lo posible para que eso fuera así.
Eso comprendió don Emiliano que Abelardo tendría una pena de 30 años a cadena perpetua, teniendo en cuenta que, como lo ha argumentado su defensa, tiene una discapacidad cognitiva, pues siendo niño sufrió meningitis. El coeficiente intelectual de Abelardo es de 54, cuando una persona en promedio supera los 100 y por eso nunca aprendió a leer ni a escribir.
Buenaventura. Foto:Santiago Saldarriaga / EL TIEMPO
La esperanza, a más de 4.000 kilómetros entre Buenaventura y Estados Unidos, se avivó en ese corazón afligido de don Emiliano, haciendo otra vez cuentas. «Faltan cuatro años para alcanzar esos 30 y cuatro años pasan volando», pensaba el septuagenario. Se ilusionó y ahora supo que Emiliano jamás saldrá.
«Por eso, yo no me volví a mover, no volví a estar buscando ayuda, cuando esos abogados me dijeron que saldría a los 30 años de la condena. Pero, tengo un sobrino que empezó a averiguar y ahora consiguió una nueva información», cuenta en diálogo con EL TIEMPO.
‘No tengo dinero, no tengo pensión para ir a verlo’
Preguntando aquí y allá, ese sobrino y otros familiares lograron obtener un documento que dice, según don Emiliano, que la cadena perpetua para Abelardo no da ninguna opción de libertad condicional.
«No va a salir de la cárcel. Se le fue la juventud y yo pensaba que sí. Ahora tengo 78 años y no sé hasta cuándo el Creador me mantenga en este mundo. Ya no es como antes que podía moverme más fácil por mi cuerpo, por dolencias que no faltan. No tengo dinero, no tengo pensión. Algunos de mis hijos me ayudan, pero no puedo decir, voy a irme de Buenaventura, no tengo manera. ¡Por eso, pido ayuda! ¡Por favor, presidente (Gustavo Petro), pido ayuda de la Cancillería, de la Embajada de Estados Unidos!», vuelve el angustioso clamor.
En medio de la conversación cambia el tono a uno un poco menos triste, cuando EL TIEMPO le pregunta cómo ha hecho para levantar a una familia de 19 hijos, todos en Buenaventura, todos en la misma casa del barrio La Playita donde aún sigue viviendo, de moradas humildes y a unos metros del mar.
«Eran otros tiempos, yo trabajé descargando madera, pero luego la empresa tuvo dificultades. También fui maestro de construcción, pero ahora ya no es lo mismo, por mi edad no me contratan para una obra», dice don Emiliano.
Pese al desconsuelo, este hombre, cuya vida ha sido marcada por la tragedia a causa de otras pérdidas, quiere sacar más fuerzas para un nuevo propósito: lograr que el hoy presidente estadounidense, Donald Trump, y el Gobierno Nacional puedan pensar en una acción humanitaria con mediación de un organismo defensor de derechos humanos que permita a su hijo encarcelado terminar sus días en una cárcel, pero en una en suelo colombiano.
Abelardo Arboleda Ortiz, indultado por Barack Obama, cuando estaba en la Casa Blanca. Foto:Suministrada a EL TIEMPO por Emiliano Arboleda
La historia de una pesadilla
Todo esta pesadilla, como la llama don Emiliano, empezó cuando Abelardo había cumplido 19 años y decidió emprender con otros dos bonaverenses, entre ellos, su amigo Germán Sinisterra Agudelo, un viaje por ese mismo océano Pacífico sobre el que se levantan las casas de ladrillo sin empañetar donde estuvieron viviendo de niños.
Los tres porteños se fueron a finales de los 80, detrás del sueño americano para empezar a trabajar en Estados Unidos. Lo hicieron como polizones en un barco que había zarpado desde Buenaventura. El vallecaucano, que creció en medio de la pobreza en la zona insular de este distrito especial, estuvo inicialmente en Houston, donde se mantuvo oculto y tratando de trabajar en construcción. Quería seguir los pasos de su padre.
Sin embargo, a las dos décadas de vivir en el país del Tío Sam, Abelardo Arboleda Ortiz quedó envuelto en un laberinto. Fue señalado como uno de los involucrados en el asesinato del panameño Julián Colón. Era 1998. En ese entonces tenía 31 años y fue investigado por hechos relacionados con distribución de drogas en los que se vio enredado con otros tres hombres, entre ellos, el también bonaverense Sinisterra Agudelo y el otro porteño del Valle.
Abelardo Arboleda Ortiz, indultado por Barack Obama, cuando estaba en la Casa Blanca. Foto:Suministrada a EL TIEMPO por Emiliano Arboleda
Abelardo Arboleda fue detenido en 1999 y llevado a juicio por homicidio, porte de armas y posesión de drogas.
El juicio abarcó dos años hasta que a Sinisterra y a él les decretaron el mismo destino: la pena de muerte por orden de una corte del estado de Jackson. En 2001 fue sentenciado y Abelardo tenía ya 33 años.
Don Emiliano cuenta que estaba almorzando con su señora. Miraba la televisión en La Playita, cuando vio la noticia de condenados a muerte y el nombre de su hijo fue mencionado. «Se acabó el almuerzo y lloré, lloré mucho», recuerda.
Fue así que con el abogado Agudelo empezó su primera cruzada por Abelardo, alcanzando el apoyo de países como el mismo Estados Unidos, España e Italia.
Así lo afirma el expersonero de Buenaventura. Su gestión también llegó hasta el Vaticano para que el papa de aquella época, Juan Pablo II, elevara un clamor por el colombiano.
«Yo le escribí a Obama, le escribí al papa Juan Pablo, también a un senador», dice don Emiliano.
El abogado Agudelo cuenta que para que se diera un paso atrás en la sentencia de muerte se acudió a la entonces embajadora de Estados Unidos, Anne Patterson, en el 2001. “Ella tuvo mucho que ver en que la sentencia se postergara”, dice el abogado.
Fue así que hace ocho años, Obama decidió que Abelardo viviera a los 49 años que tenía en ese momento.
«Se planteó que debido a que en Colombia no hay pena de muerte, Estados Unidos no podía ejecutar esa condena para un colombiano», explica el abogado Agudelo.
EL TIEMPO, en ese entonces, habló también con quien era la abogada de Abelardo, Amy Donella, quien asumió el caso desde 2008, como especialista en casos de pena capital. Dijo que el colombiano nunca esperó estar en una situación como la que ha vivido. «Yo lo conocí en el 2008. Desde 1994 he representado a varios prisioneros. Es un trabajo en el que creo porque considero que en Estados Unidos, la pena de muerte ha sido usada de una manera injusta, y el sistema Federal no funciona», fueron sus palabras en entrevista a este medio, en 2017.
«Abelardo estuvo en la cárcel desde 1998, pero fue condenado en el 2001. El problema es que quienes llevaron su caso antes lo manejaron muy mal, conocieron muy poco a Abelardo y no entendieron que tenía discapacidad mental», manifestó en ese año. «Le tomó un poco entenderlo por su discapacidad mental, pero una vez lo hizo me dijo que quería decirles a todos los involucrados en el caso que les agradecía desde el fondo del corazón», había dicho la abogada Donella.
Cuando don Emiliano recuerda todo ese camino, esos primeros 16 años de prisión de su hijo, hoy de 57 años, piensa en Obama y ahora, en cómo lograr que una década después haya otro milagro.
«A partir de este 2025, la acción por Abelardo sería desde una acción humanitaria, una acción por la defensa de los derechos humanos», dice el expersonero Agudelo, recalcando la condición mental del preso y la avanzada edad del padre que añora verlo. «Una opción es que intervenga un organismo defensor de derechos humanos para que Abelardo siga preso, pero en Colombia», repite el abogado bonaverense a EL TIEMPO.
Panorámica de Buenaventura Foto:AFP
Otro hijo fue asesinado en prisión en Venezuela
En esta historia, más de tristezas que de alegrías para don Emiliano, está la muerte de la mamá de Abelardo. Cuenta que ambos estaban separados, cuando Abelardo tenía pocos meses de nacido. Es probable que por eso nunca la conoció o no la recuerda, porque murió al caer de una terraza en Bogotá, donde la señora trabajaba. No es claro lo que pasó con la madre y dice que las autoridades poco le aclararon.
Años más tarde, el destino le jugó otro mal revés a don Emiliano. Perdió a Cristian, uno de los hijos menores que había llegado a Venezuela hace más de una década, buscando un futuro, como su hermano preso en Estados Unidos.
Cristian había viajado a Carabobo, en la región central de Venezuela, pero fue apresado y murió asesinado. «Estaba en la cárcel de Valencia, en ese país. Murió por una puñalada en el corazón», cuenta el padre. Era un día de visita conyugal. «Le había prestado la celda a otro preso para que tuviera su visita y mi hijo se quedó afuera, en el patio. Ahí lo mataron».
Don Emiliano cambia, de nuevo, la voz al pensar en su hijo mayor y en la cadena perpetua.
«Esto ha sido duro. Ya han pasado años desde que no he vuelto a hablar con Abelardo, porque lo hacía por el teléfono de línea fija y me la quitaron. Eran cinco minutos de llamada y no sé qué hacer para lograr que me instalen la línea. Era la única manera de estar ‘cerca’ de mi hijo y ahora no se puede. No sé cómo estará», comenta don Emiliano.
En esos pocos minutos, el padre solo conocía que su hijo trataba de vivir sin meterse con nadie, de tener buena conducta. Le decía que estaba bien.
Cuando Abelardo se fue a Estados Unidos, dice el padre: «Yo no estaba. De haber estado hubiera hecho lo posible para que no se marchara. Los muchachos se desesperaban por trabajar y en esa época era común que se fueran en un barco», sigue contando a EL TIEMPO. Hay un silencio y dice: «De haber sabido lo que iba a pasar. Yo no quería que se fuera y ahora estamos así. No he tenido vida ni mi hijo al que no veo desde que tenía 19 años».
Don Emiliano insiste en el clamor: «¡Ayuda, ayuda presidente Petro! Por favor, para poder morir cerca de mi hijo».
Blanca Amparo Montilla es la madre de Miguel Àngel Montilla. Foto:JUAN PABLO RUEDA BUSTAMANTE
El dolor de una madre por su hijo condenado, pero en Rusia
Esta petición es la misma que hace Blanca Amparo Montilla por su hijo Miguel Cárdenas, el caleño que fue condenado a nueve años de prisión en una cárcel de Rusia, en este 2025.
Ese país lo encontró culpable de ser mercenario para Ucrania desde hace un año, cuando Cárdenas cayó preso por el ejército ruso. De ese momento, también se inició la cruzada de esta vallecaucana, de más de 60 años, que pide al Gobierno Nacional acciones para una familia de escasos recursos, luego de que el tercero de sus cuatro hijos se embarcó en una aventura de enlistarse para ser parte del ejército de Ucrania y tuvo que rendirse ante soldados rusos.
Miguel Ángel Cárdenas tiene 33 años y su historia conmovió al país desde junio del 2024, porque en un video se observaba con graves golpes en el rostro. El caleño habló en esa grabación de la pesadilla en que terminó su viaje.
“Nací el 19 de noviembre de 1991. Soy de Cali, Valle, Colombia”, dijo Miguel Ángel, el caleño, padre de cuatro niños, más de 11.000 kilómetros de distancia.
De acuerdo con la madre, ella, a punta de vender empanadas, pudo reunir el costo del pasaje en bus a Bogotá para hablar con algún delegado de la Cancillería y elevar su clamor por Miguel, pero su esfuerzo no tuvo ningún eco. Ha tocado puertas, en medio de las dificultades, una por empleo, no poder viajar a Bogotá para buscar que la Cancillería la escuche y que haya una esperanza al final de ese túnel en que su familia y ella han vivido desde la captura del caleño.