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‘Mi padre buscó trabajar de manera digna’

  • mayo 1, 2025
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El venezolano Ángel Antonio González sigue enfrentando el profundo dolor y la tragedia que le ha traído la pérdida de su padre, quien fue víctima del terrorismo perpetrado

‘Mi padre buscó trabajar de manera digna’

El venezolano Ángel Antonio González sigue enfrentando el profundo dolor y la tragedia que le ha traído la pérdida de su padre, quien fue víctima del terrorismo perpetrado por los disidentes de FARC en Jamundí. La fatalidad se consumó el 12 de junio de 2024, cuando la explosión de una motocicleta bomba sorprendió a Rafael González, su padre. El impacto causó múltiples fracturas y quemaduras severas en el cuerpo del hombre, lo que lo llevó a una agonía prolongada en una clínica. Desafortunadamente, las complicaciones causadas por una bacteria afectaron gravemente sus extremidades, resultando en la necesidad de amputar su brazo derecho. Tras 13 días de sufrimiento y tratamiento, las graves infecciones y heridas llevaron a un desenlace trágico e inevitable.

El viaje hacia la esperanza comenzó más de un año atrás para Ángel Antonio y su padre. Ambos dejaron su hogar en Venezuela en busca de una mejor vida, a medida que se aventuraban desde el este de Colombia hasta Cali, una ciudad que no les ofrecía la perspectiva de un empleo digno. En su escapada, se enfrentaron a diversas adversidades, a menudo recorriendo largas distancias a pie y cubriendo kilómetros que terminarían en Jamundí, un lugar que se convirtió en parte de su nueva realidad.

La situación de los migrantes en la región es alarmante. Se estima que en Valle del Cauca residen más de 300,000 migrantes, de los cuales cerca de 160,000 se encuentran en Cali. Según el Ministerio de Bienestar Social del Distrito, el año pasado se otorgaron más de 131,000 permisos de protección temporal, calendarizados por 10 años, que permiten a estos individuos acceder a programas sociales vitales.

Ángel Antonio relata que su condición y la de muchos otros en su situación los ha relegado a la mendicidad, convirtiéndoles en vendedores ambulantes. En el caso de su padre, que dejó atrás a otros dos pequeños en Venezuela, se vio obligado a vender dulces como medio de subsistencia. Un motorista le ofreció la oportunidad de trabajar en un sitio cercano en Jamundí, donde podía hacer algo de dinero.

Lamentablemente, el ingreso que lograba reunir era escaso, muchas veces inferior a 5,000 pesos al día. Parte de esos ingresos debía destinarse a un pago informal por el «derecho» a estar en ese lugar, lo que hacía aún más difícil su situación económica.

«Es hora de pedirle mucho a la gente que haga uno como venezolano», expresa Ángel Antonio con un suspiro de desesperanza.

El día fatídico, Don Rafael, conocido por todos en el área, estaba a cargo del cuido de los vehículos en un bloque de dos bancos. Además de vender dulces, ayudaba en el negocio de cuidado de autos o recogía material reciclable de las calles. Fue justo después de llegar a su puesto, alrededor de las siete de la mañana, que ocurrió la explosión. Los estruendos y las chispas lo impactaron inesperadamente, y en un video se puede ver cómo cae al suelo tras la detonación.

«No tenía que morir de esta forma. Era un hombre que buscaba trabajar de manera digna», comenta Ángel Antonio, visiblemente afectado por el recuerdo doloroso de su padre. Desde aquel trágico día, su vida se ha vuelto aún más complicada. Ahora busca seguir adelante mientras enfrenta la dificultad de encontrar sustento diario en medio de la precariedad, aceptando todo tipo de trabajos, sin importar las largas horas y los bajos salarios. «Tengo que sobrevivir», concluye con un dejo de resignación.

Carolina Bohórquez

Corresponsal en Cali