‘Mi amor, ¿quién nos cuidará ahora?’
- mayo 7, 2025
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Al pie del ataúd, Yelenis Johana Laguna llora desconsoladamente mientras abraza la camisa de uniforme que aún conserva el olor de su difunto esposo. Repite las mismas palabras
Al pie del ataúd, Yelenis Johana Laguna llora desconsoladamente mientras abraza la camisa de uniforme que aún conserva el olor de su difunto esposo. Repite las mismas palabras
Al pie del ataúd, Yelenis Johana Laguna llora desconsoladamente mientras abraza la camisa de uniforme que aún conserva el olor de su difunto esposo. Repite las mismas palabras una y otra vez, como si su dolor pudiera hacer retroceder el tiempo o incluso traer de vuelta a la vida a quien se ha ido: «Oh, mi hombre gordo, ¿por qué me dejaste? Esto no es justo. Tuvimos tantos sueños juntos.» Las palabras parecen fluir de su corazón, reflejando un profundo amor y una incomprensión desgarradora ante su pérdida.
El subintendente Ronald Andrés Montañéz Quijano fue enterrado la semana pasada en el cementerio Jardines de Paz en Santa Marta, en una despedida que estuvo impregnada de ira, impotencia, tristeza y amor. Los amigos, vecinos, compañeros y familiares se encuentran en un estado de incredulidad total. ¿Cómo un hombre tan alegre, bondadoso y dedicado a su labor como policía podría perder la vida de una forma tan cobarde?
La trágica noche del ataque, Ronald, quien prestaba sus servicios en la policía de la Metropolitana de Carreteras, estaba en su puesto de control en el Corregimiento de Palermo, jurisdicción del municipio del sitio Nuevo, cuando un grupo de al menos ocho hombres armados lanzó un ataque sorpresivo contra él y tres de sus compañeros. A pesar de sus intentos por defenderse, Ronald recibió múltiples balazos y fue urgentemente trasladado a un centro de salud en Barranquilla, donde lamentablemente falleció horas después. Tenía solo 36 años y más de 18 años de servicio en la policía, durante los cuales acumuló 82 reconocimientos y 9 decoraciones. Su vida, que había estado enteramente dedicada al servicio público, fue abruptamente interrumpida por lo que se conoce como el «plan de armas» del clan del Golfo.
Ronald Andrés Montañéz Quijano.
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Policía
Su esposa, sumida en la tristeza, sigue aferrándose al ataúd. «¿Quién me ayudará ahora? ¿Quién organizará nuestros paseos? ¿Quién cuidará de nuestra niña y de mí?» se pregunta, incapaz de aceptar la dura realidad que se le ha presentado. A su lado, Dana Valentina, su hija de apenas 10 años, se muestra en silencio. Su dolor también es palpable; a veces llora y luego busca consuelo en los brazos de sus familiares. Ella no logra asimilar que su padre, el hombre que la abrazó todas las mañanas, nunca regresará.
Más que un simple policía, Ronald era un padre presente, un esposo cariñoso y un hermano ejemplar. Así es como lo recuerda su padre, Manuel Montañéz Pinto, quien viajó desde Bucaramanga para despedir a su hijo. En medio de su dolor, expresa también un profundo orgullo: «Mi hijo siempre me ha enorgullecido. Era un verdadero héroe de la patria».
Su jefe, la mayor Gloria Milena Calvo Agudelo, quien lidera la sección de tránsito y transporte de Magdalena, destaca que Ronald fue el mejor ejemplo de compromiso y vocación en su labor. «Siempre tenía una sonrisa, una disposición increíble. El año pasado recibió una beca para un curso internacional en Brasil. Todos lo amamos», asegura.
«No tiene sentido matar a alguien así», comenta su hermano Manuel con una mezcla de ira y tristeza, mientras se despide de su ser querido con el corazón hecho añicos. El jueves pasado, 1 de mayo, Santa Marta y el resto del país dieron su último adiós a un hombre bueno, un servidor público que dedicó su vida al bienestar de los demás. Su nombre ahora se suma a la extensa lista de víctimas del conflicto armado y el narcotráfico.
Pese a que para la sociedad Ronald quede reducido a una cifra más en esta trágica lista, su familia siempre lo recordará como el padre, el esposo, el hijo que vivió con honor y que murió con dignidad.
Juicio del ex presidente Álvaro Uribe – Día 35
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