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La epidemia silenciosa de Lorazepam – Tinta clara

  • julio 20, 2025
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Todas las noches se repite el gesto: deslice el cajón, tome la píldora, deje que se disuelva lentamente debajo de la lengua. No es una excepción, sino una

La epidemia silenciosa de Lorazepam

 – Tinta clara

Todas las noches se repite el gesto: deslice el cajón, tome la píldora, deje que se disuelva lentamente debajo de la lengua. No es una excepción, sino una tendencia generalizada que ha hecho ansiolítico en parte de la medicina diaria de muchas personas en España. Una costumbre que refleja más que una epidemia de insomnio: una sociedad entera que arrastra las molestias emocionales sin herramientas suficientes para manejarlo.

Un consumo en auge. Nombres como Lorazepam, Alprazolam o Diazepam han dejado de pertenecer exclusivamente al lenguaje médico. Hoy son parte del vocabulario habitual, un reflejo de una realidad cada vez más generalizada: el uso generalizado de ansiolíticos para manejar el estrés, el insomnio o la ansiedad diaria.

Según los datos de Consejo General de Psicología de España y el Organización de consumidores y usuarios (OCU)Más del 42% de la población ha consumido benzodiacepinas en los últimos cinco años. Mientras que el 59% de los jóvenes entre 25 y 29 años han tomado ansiolítico en los últimos años. No es una excepción generacional: es una normalización de incomodidad con la receta.

Siempre hay un diagnóstico base. A veces, la píldora llega a calmar una incomodidad oportuna, una noche difícil, un día que se desborda. Sin terapia. Sin seguimiento real. Solo la receta rápida, sin tiempo ni recursos para otra cosa. Dr. Luis Gimeno Feliu, médico de familia en el Centro de Salud de San Pablo (Zaragoza), Explicar en una entrevista con El Haldo que «existe una gran carrera en la atención primaria por la falta de personal. Eso lleva al paciente al recurso fácil. El problema es que las benzodiacepinas crean dependencia rápidamente. El ideal es usarlos brevemente y ocasionalmente, pero en España se consumen indiscriminadamente».

Un golpe de realidad. El uso continuo de estas sustancias implica riesgos reales. Según la misma encuesta de OCU, El 65% de los consumidores los han estado tomando durante más de seis meses y casi el 40% reconoce que les gustaría dejarlos. El problema, como se indica en el informe, es que muchos pacientes no tienen acompañamiento psicológico adecuado o alternativas terapéuticas reales en el sistema de salud pública.

La receta fácil. En este contexto, hemos hablado con el psicólogo clínico Alejandra de Pedro González La OMS identifica múltiples causas que explican esta tendencia: el estrés laboral, la precariedad, la crisis de la vivienda, la hiperconectividad constante y las secuelas de confinamiento han generado un escenario social que favorece la incomodidad. «El sistema de salud a menudo responde con una receta rápida. La psicoterapia es más costosa y menos accesible, por lo que el ansiolítico se convierte en la opción más simple, incluso si no es la más apropiada», advierte.

La demanda de atención psicológica ha aumentado, pero el sistema público no puede absorberla. «La solución más inmediata y barata para muchos médicos de atención primaria es recetar un medicamento. No porque quieran, sino porque no hay suficientes medios para ofrecer psicoterapia de calidad desde el bienestar de primer nivel», explica.

Una generación ansiosa. Para De Pedro, no es exagerado hablar de una «generación ansiosa». La sociedad actual, explica, fomenta la inmediatez, el autoexaminación extrema y la mala tolerancia a la incomodidad. «Estamos viendo a los jóvenes con muy poca capacidad para manejar la frustración, que se sienten abrumados por las demandas diarias y que patologizan los síntomas que son completamente normales», dice.

Psicólogo clínico Fernando Azor, En declaraciones recopiladas por el confidenciaRefuerza esta idea: «El problema es que muchas personas no han aprendido a tolerar las sensaciones físicas de ansiedad. Tomar una píldora alivia, pero refuerza la idea de que estas sensaciones son inaceptables».

A esto se agrega la sobreinformación a través de Internet y las redes sociales. «Muchos pacientes acuden a consultar con un diagnóstico de auto -diagnóstico bajo el brazo y las expectativas de soluciones instantáneas. Están frustrados cuando algo no funciona rápidamente. Viven con el piloto de alerta siempre encendido y buscan una píldora que apaga la alarma», dice De Pedro.

La cara social del problema. El informe Publicado por Infocop (Consejo General de Psicología de España) agrega una dimensión estructural al fenómeno: el consumo de ansiolítico se desencadena entre mujeres, personas mayores, desempleados o con menores ingresos. Las mujeres consumen entre 1.5 y 3 veces más ansiolíticos que los hombres, y el 19% de ellas tienen al menos un paquete en casa. Además, el 13.8% de las mujeres tienen trastornos de ansiedad en comparación con el 7.4% de los hombres. El patrón es claro: cuanto mayor sea la vulnerabilidad social, mayor será el consumo de psicofarmacéuticos.

Dr. Gimeno, De El HeraldoInsiste: «Muchos consumo de ansiolíticos son una consecuencia de los problemas sociales. Deben ser tratados con respuestas sociales, no solo farmacológicas, ni siquiera psicoterapéutica».

Más conciencia, pero también más confusión. Aunque la visibilidad de la salud mental ha aumentado en gran medida gracias a las redes sociales y las redes. Mally digerió la autoevaluación, la información errónea y la tendencia a convertir cualquier incomodidad emocional en profesionales de la patología médica. «Vemos personas que consultan con técnicas mal aplicadas, expectativas poco realistas y frustración acumulada», dice Pedro.

El modelo de salud, además, sigue enfocado en reducir los síntomas, no en el enfoque del origen del sufrimiento. «No tenemos un sistema que ayude a las personas a comprender lo que está detrás de su ansiedad. Se buscan soluciones rápidas, pero la incomodidad sigue ahí», agrega.

El estigma todavía está presente. A pesar del progreso en la conciencia pública, el estigma todavía existe. «Algunos pacientes se avergüenzan de decir que toman pastillas; otros, para admitir que van al psicólogo. Depende mucho del medio ambiente y la generación», dice el psicólogo consultó. Lo que parece claro es que el sufrimiento emocional está más presente que nunca, y que la respuesta no puede permanecer solo farmacológica.

Solución o parche? El debate aún está abierto. Para muchos pacientes, el ansiolítico ha sido un salvavidas. Pero el riesgo es convertirse en una rutina silenciosa. «Si no hay trabajo terapéutico en el fondo, los problemas volverán. Porque el medicamento no cambia sus pensamientos, sus enlaces ni su estilo de vida», Alejandra de Pedro concluye.

Mientras que las cifras de los consumidores continúan aumentando, los psicólogos y profesionales de la salud mental coinciden en un mensaje común: la solución de los síntomas no es suficiente. Si no invierte en atención psicológica de calidad, si no se le enseña a la población a comprender su incomodidad, la ansiedad continuará siendo tratada con drogas, pero sin soluciones reales.

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