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La «computadora» de hace 2.000 años nos fascina durante décadas. Un nuevo estudio señala que podría no haber servido en absoluto

  • abril 26, 2025
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Hace 125 años, un grupo de buzos que se dedicaban a la recolección de esponjas en las aguas del mar Egeo, cerca de la isla de Anticiña, realizaron

La «computadora» de hace 2.000 años nos fascina durante décadas. Un nuevo estudio señala que podría no haber servido en absoluto

Hace 125 años, un grupo de buzos que se dedicaban a la recolección de esponjas en las aguas del mar Egeo, cerca de la isla de Anticiña, realizaron un descubrimiento extraordinario: encontraron restos de un antiguo naufragio. En medio de joyas brillantes, monedas antiguas y fragmentos de cerámica, uno de los objetos llamó particularmente la atención: un fragmento de cobre que parecía ser parte de un dispositivo mecánico. Este intrigante artefacto, constituido por complejas interacciones de engranajes, fue posteriormente denominado como el «mecanismo anticiitera».

A lo largo de varias décadas, este mecanismo permaneció en un estado de curiosidad casi olvidada dentro de los archivos del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, hasta que el investigador Derek de Solla decidió recuperarlo y llevar a cabo un exhaustivo estudio. A su juicio, este artefacto representaba una «computadora» avanzada de la antigua Grecia, creada en algún momento entre los años 200 y 100 AC. Sin embargo, tras múltiples teorías, un equipo de investigadores argentinos analizó el mecanismo anticiitera con el objetivo de entender cómo funcionaba lo que muchos consideran la primera computadora de la historia.

La sorprendente conclusión de estos investigadores es que, en realidad, se trataba de un ingenioso artefacto, pero no necesariamente útil como herramienta científica.

La pieza principal

Primera computadora

Durante muchos años, este mecanismo intrigó no solo por su antigüedad, sino también porque la falta de conocimiento sobre su funcionalidad permitió la creación de diversas teorías y especulaciones. Sin embargo, fue Solla quien se adentró más en su estudio inicial, desarrollando simulaciones físicas para entender el mecanismo en su totalidad. Según su investigación, el mecanismo anticiitera consistía en una parte de un objeto mucho más complejo, el cual contaba con al menos treinta engranajes de bronce elegantemente dispuestos en una caja de madera de dimensiones aproximadas de 340 x 180 x 90 milímetros. Este dispositivo era activado mediante una manivela que ponía en movimiento los engranajes, permitiendo así el cumplimiento de su función.

¿Y cuál era esa función? Resulta que el mecanismo estaba diseñado para predecir posiciones astronómicas. Según los estudios de Derek, este antiquísimo artefacto podría ser considerado una computadora planetaria, un término fascinante que se utilizó para describir un «dispositivo computacional» cuyo propósito era predecir posiciones astronómicas, fases de la luna, eclipses y calcular ciclos del calendario lunar de 354 días, así como la programación de fechas para competiciones deportivas, entre otras aplicaciones.

Las piezas encontradas

Mediante diferentes discos, este mecanismo exhibía datos astronómicos y, supuestamente, fue elaborado para reproducir el movimiento irregular de la luna durante su rotación, gracias a engranajes especializados que compensaban las anomalías en su trayectoria. A medida que se realizaron más hallazgos relacionados con el mecanismo, se fue formando una idea más clara de su estructura y funcionamiento.

Era evidente que se trataba de una máquina muy sofisticada para su época, pero también es importante reconocer que poseía ciertas limitaciones. Primero y ante todo, el mecanismo integró el conocimiento disponible hasta ese momento, gracias a los astrónomos griegos avanzados de la época. Por ello, compararlo con técnicas y herramientas modernas no es del todo justo. Existen desviaciones significativas en la posición de varios planetas en relación a las mediciones actuales, lo que se debe tener en cuenta.

Este fenómeno es comprensible y No elimina el mérito del dispositivo en sí; sin embargo, existieron dos factores que restringieron su precisión: la mecánica empleada y la calidad en la fabricación de los engranajes. Debido al desgaste, los dientes de cobre de estos engranajes podían volverse cada vez más imprecisos. Además, dado que estos eran fabricados manualmente y no en series dentro de una línea de ensamblaje, cualquier variación en los engranajes podría impactar negativamente su capacidad para realizar cálculos con exactitud.

Investigaciones previas, como las realizadas por Mike Edmunds, quien ha sido uno de los pocos en haber estudiado el dispositivo directamente, señalaron estas cuestiones y lideró el equipo responsable de su análisis.

Por lo que supuestamente sirvió
Otra representación del mecanismo de Anticiña

Pruebas

Recientemente, un equipo de investigadores argentinos de la Universidad Nacional de Mar de Plata realizó simulaciones por computadora del mecanismo anticiitera, y sus conclusiones resultaron sorprendentes: determinaron que, en última instancia, era inútil. Los investigadores Esteban Guillermo Szigeth y Gustavo Francisco Arenas compartieron sus hallazgos en Arxiv.

Para su simulación, se basaron en estudios previos que ya habían considerado la influencia de los dientes irregulares en forma de triángulo y las repercusiones de las inexactitudes físicas en su construcción. Durante la realización de estas simulaciones, se apercibieron de que los dientes triangulares no parecían afectar negativamente el funcionamiento del mecanismo. Sin embargo, sí identificaron problemas como atascos de engranajes al girar la manivela.

Esta situación, señalaron los investigadores, lo convertiría en un artefacto muy poco práctico para su uso en la ciencia, lo que de hecho reducía el mecanismo a un «ingenioso juguete». A lo largo de la investigación, también se resaltó que los hallazgos sobre este dispositivo hecho en el pasado podrían adolecer de inexactitudes, destacando que el proceso de construcción requería una habilidad notable, y el espacio irregular entre los engranajes podría haber sido consecuencia de la corrosión en lugar de un diseño deliberado.

Los investigadores proponen que, dada cualquier desajuste, los engranajes pueden atascarse, lo que a su vez es muy crítico si no están equilibrados debido al desgaste o errores en su fabricación.

Los investigadores proponen una serie de mejoras para el diseño de los engranajes que disminuirían esta falla, aunque también mencionan que se debe proceder con cautela al suponer que las medidas reflejan de manera precisa sus valores originales, dado lo mencionado anteriormente. Crear un dispositivo tan complicado y al mismo tiempo ineficiente parece poco probable.

Por lo tanto, también sugieren que Se debe investigar más, incluso desarrollar técnicas más avanzadas para entender mejor la funcionalidad y precisión real del mecanismo anticiitera, el cual aún tiene el potencial de fascinarnos. En cuanto a su existencia entre los restos de un naufragio, la respuesta es más simple de lo que parece: probablemente era parte del botín de un emperador romano, posiblemente Julio César.

En resumidas cuentas, el mecanismo anticiitera sigue siendo motivo de especulación y asombro, no solo por el evidente esfuerzo detrás de su construcción hace más de dos mil años, sino también porque, a través de diversos estudios, se ha llegado a la conclusión de que sus aplicaciones prácticas pueden haber sido limitadas. No obstante, los investigadores destacan que su diseño representa un hito significativo en la historia de la tecnología, y eso es un aspecto que nadie debería cuestionar.

Imágenes | GRB16, Zde, Tony Freeth, David Higgon, Aris Dacanalis, Lindsay MacDonald, Myrto Georgakopoulou, Adam Wojcik, Mike Peel, GTS-TG

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