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Hay alimentos que literalmente secuestran tu cerebro. – Tinta clara

  • octubre 26, 2025
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Una papa frita cruje, el sabor salado se mezcla con el dulzor del refresco y el cerebro pide más. No es una coincidencia. Lo que parece un simple

Hay alimentos que literalmente secuestran tu cerebro.

 – Tinta clara

Una papa frita cruje, el sabor salado se mezcla con el dulzor del refresco y el cerebro pide más. No es una coincidencia. Lo que parece un simple antojo es en realidad una reacción programada: un subidón de dopamina tan poderoso como el que provocan algunas drogas. Cada vez más científicos sostienen que ciertos alimentos nos están enganchando.

¿Un nuevo enfoque? Durante mucho tiempo, la obesidad y los trastornos alimentarios se consideraron simples cuestiones de voluntad. Sin embargo, los avances en neurociencia están cambiando esa percepción.

Psiquiatra Claire Wilcox explica quePoco a poco, los científicos coinciden en algo sorprendente: algunos alimentos activan el cerebro casi igual que drogas como la nicotina o el alcohol. «El consumo de determinados productos –galletas, refrescos, bollería industrial- Activa los centros de recompensa del cerebro.generando una sensación de bienestar inmediato. Y cuanto más repetimos ese estímulo, más lo necesitamos”, detalla. El problema es que, a diferencia del tabaco o el alcohol, no podemos dejar de comer.

¿Qué pasa en nuestra cabeza? adicciones Comparten tres sistemas cerebrales. clave:

  • El sistema de recompensa, que libera dopamina cuando algo nos produce placer.
  • El sistema de respuesta al estrés, implicado en la tolerancia y el retraimiento.
  • El sistema de control ejecutivo, que regula los impulsos y ayuda a tomar decisiones racionales.

Cuando comemos alimentos muy sabrosos, el cerebro libera dopamina en la red de recompensa. Aprende a asociar ese sabor con una sensación placentera y busca repetirla. Con el tiempo, el circuito se «recablea»: se necesita más para sentir el mismo efecto y el control racional disminuye. Wilcox lo explica asi: «Con el tiempo, el daño a las áreas de control ejecutivo se vuelve más difícil de resistir a los antojos, al igual que ocurre con las drogas».

La ciencia detrás del debate. En los últimos años, la investigación sobre la adicción a la comida se ha disparado. Un artículo de Nature Medicineque analizó casi 300 estudios en 36 países, concluyó que los alimentos ultraprocesados ​​pueden “secuestrar” los sistemas de recompensa del cerebro. El resultado: antojos, pérdida de control y consumo persistente, incluso cuando hay consecuencias negativas.

El neurocientífico Mark S. Gold y la psicóloga Ashley Gearhardt, de la Universidad de Michigan, van más lejos: «No nos volvemos adictos a las manzanas, sino a productos diseñados para afectar al cerebro como una droga».

Sin embargo, aún no ha llegado el consenso médico. Ni la OMS ni la Asociación Estadounidense de Psiquiatría reconocen la adicción a la comida como un diagnóstico oficial. «Comer es una necesidad fisiológica.recuerda la maestra Elisa Rodríguez Ortega—Y los límites entre adicción, bulimia o atracones siguen sin estar claros.

En el centro de la diana. Durante años, el azúcar fue identificado como el gran villano de la dieta moderna. Hoy en día, los estudios apuntan a un escenario más complejo: no es sólo el azúcar, sino la combinación de ingredientes, texturas y aditivos de los alimentos ultraprocesados ​​lo que puede volverlos adictivos.

Estos productos (mezclas industriales de grasas, sal, azúcares y potenciadores del sabor) están diseñados para generar placer inmediato y fomentar la ingesta repetida. Según la revista Natureesta composición “hiperpalatable” activa el sistema de recompensa de forma más intensa que los alimentos naturales, lo que explicaría por qué es tan difícil parar tras el primer bocado.

Por su parte, el azúcar sigue desempeñando un papel clave. Investigación, citado en JAMA Medicina Internademuestran que un exceso de azúcares añadidos no sólo aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, sino que también altera la respuesta dopaminérgica, reforzando los mecanismos de dependencia.

qero sustantivo, masculino—o todos somos igualmente propensos. La psicóloga Michelle S. Hunt, especialista en adicciones alimentarias, detalla que hay una combinación de factores genéticos, emocionales y ambientales. «Los alimentos ricos en hidratos de carbono, grasas o azúcares activan las mismas zonas del cerebro que las drogas o el alcohol. Con el tiempo, el cerebro ajusta sus receptores y requiere dosis mayores para sentir el mismo bienestar», apunta.

El estrés, la ansiedad y la exposición temprana a alimentos ultraprocesados ​​son otros detonantes: el cerebro aprende desde pequeño a asociar el placer con productos muy sabrosos. «Las personas que utilizan la comida para afrontar el malestar son las más vulnerables», advierte Hunt.

La frontera con otro tipo de trastornos. Distinguir la adicción a la comida de otros trastornos alimentarios no es una tarea fácil. Según el portal Eating Disorder Hopeen ambos casos aparecen signos similares: pérdida de control, culpa, ansiedad y, muchas veces, aislamiento social.

un estudio publicado en Naturaleza observaron que las personas con bulimia o episodios de atracones presentan cambios similares en las áreas del cerebro que regulan la dopamina. Eso sugiere que podría haber una base neurobiológica común. Dr. Mark S. Oro lo resume claramente: «La obesidad y los atracones no son sólo problemas de conducta; también comparten mecanismos cerebrales con otras adicciones.» Por este motivo, los tratamientos actuales combinan la terapia cognitivo-conductual con programas para dejar de fumar y apoyo emocional.

Reeducación con alimentación. A diferencia de las drogas, la abstinencia total no es posible: todos necesitamos comer. Por ello, los tratamientos actuales buscan reeducar la relación emocional con la comida. Psiquiatra Kim Dennis dirige una clínica donde combina modelos de adicción y trastornos alimentarios: los pacientes aprenden a no restringir al máximo las calorías -para evitar el efecto rebote- sino a identificar los alimentos llamados «desencadenantes», aquellos que desencadenan antojos incontrolables.

Paralelamente, las drogas también están abriendo nuevas vías. doctor oro destaca el uso de medicamentos como la naltrexona y el bupropión, o los nuevos GLP-1 (como Ozempic o Mounjaro), que interrumpen el vínculo entre placer y consumo, reduciendo tanto la ingesta de alimentos como el deseo de sustancias adictivas.

La última pregunta. Aunque la ciencia aún no ha zanjado el debate, la evidencia es cada vez más clara: algunos alimentos no sólo nutren o engordan, también moldean el cerebro y los hábitos de manera profunda. Cada bocado deja huella en los circuitos del placer y en la forma en que aprendemos a comer.

No se trata de demonizar la comida ni de negar el placer, sino de aceptar que comer hoy es un acto condicionado por factores que van mucho más allá del apetito. En un mundo donde cada sabor está optimizado para enganchar, la verdadera fuerza de voluntad puede residir en saber detenerse antes del siguiente bocado.

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