Hace aproximadamente 200 millones de años, un evento mundial significativo tuvo lugar: el último supercontinente comenzó a fragmentarse. Esta división de Pangea dio paso, gradualmente, a la composición geológica que conocemos hoy. Sin embargo, esa separación no es permanente. Los continentes, responsables de grandes cambios en la Tierra, siguen moviéndose, colisionando y desplazándose lentamente unos frente a otros. Según una teoría geológica, se prevé que en 250 millones de años aparecerá un nuevo supercontinente que muy bien podría ser un regreso a la unión de las tierras.
Hemos denominado a este futuro supercontinente como Pangea Ultima. Lo impactante de esta predicción es que, a pesar de las uniones y separaciones de los continentes, los países que actualmente ocupan espacios adyacentes no tendrán gran relevancia en ese futuro distante.
Pangea Ultima. La tectónica de placas muestra un fenómeno fascinante: los continentes se siguen moviendo de un lado a otro, lo que ha llevado a formular la teoría de la deriva continental. Estos movimientos son objeto de estudio no solo para entender nuestro pasado geológico, sino también para intentar descifrar cómo será nuestro futuro. Uno de los académicos destacados en esta temática es Christopher Scotese.
Este geógrafo estadounidense fundó el Proyecto Paleomap, un esfuerzo científico que busca ilustrar no solo cómo han cambiado las tierras en los últimos 1,000 millones de años, sino también ofrecer una predicción sobre cómo se formará ese nuevo supercontinente en el futuro. Scotese ha elaborado un mapa que ilustra esta transformación fascinante:
Este mapa nos da indicios sobre cómo estará distribuido el mundo futuro:
Vecinos curiosos. Según las predicciones, en un lapso de 50 millones de años, América del Norte experimentará cambios significativos, de tal forma que Alaska se situará en una latitud subtropical, mientras que Eurasia también cambiará de posición, acercando a Gran Bretaña al Polo Norte. África se acercará a Europa y Arabia, lo que llevará al colapso tanto del mar Rojo como del Mediterráneo; a los 100 millones de años, veremos una notable disminución del Atlántico.
En un horizonte de 150 millones de años, la desaparición del Atlántico será un evento notable, ya que el continente estadounidense lo absorberá, acercando más a este último a la masa continental compuesta por Eurasia y África. La culminación de este proceso se prevé para dentro de 200 millones de años, cuando se configurará este nuevo supercontinente, con el océano Índico en el centro y una distribución geográfica que resultará sorprendente.
Según este modelo, América Latina mantendría un aspecto bastante similar, aunque los países africanos se ubicarían al este. Cuba se vería atrapada entre Estados Unidos, y Groenlandia se encontraría justo al lado de Canadá (un giro irónico, considerando la situación política actual). España seguiría bordeando a Francia y Portugal, pero se uniría también a Italia, Marruecos, Túnez y Argelia. Gran Bretaña también se adhirió a Francia, mientras que Corea se convertiría en un enigmático sándwich entre Japón y China.
Dará exactamente lo mismo. Pero resulta que no importará cómo se vean los nuevos vecinos, ya que la relevancia de esos países será nula. Es posible que la humanidad no esté presente para presenciar estos cambios, debido a que las condiciones climáticas podrían no ser óptimas para los mamíferos en ese tiempo.
Un estudio publicado en Nature estima que el 92% de la superficie terrestre podría ser inadecuada para la vida de los mamíferos. Los investigadores han simulado el clima de este nuevo supercontinente y prevén que gran parte de Pangea Ultima experimentará temperaturas superiores a 40ºC, mientras que los altos niveles de CO₂ afectarán drásticamente la vida existente.
La frecuencia de las colisiones entre placas tectónicas dará lugar a una intensa actividad volcánica, lo que aumentará las emisiones de CO₂ a la atmósfera y contribuirá a un aumento en la temperatura global. Se estima que los niveles de CO₂ se duplicarán respecto a los actuales. Adicionalmente, el sol será 2.5% más brillante para esa época, elevando aún más las dificultades para la vida en el planeta y propiciando un entorno mucho más árido.
España o tan mal. Aunque no parece un panorama esperanzador, los investigadores indican que ciertas regiones podrían ofrecer condiciones menos severas. Aquellas cerca del Polo Norte podrían experimentar un clima más templado, facilitando la adaptación de algunas formas de vida. Por lo tanto, regiones como España, Portugal, Marruecos o Inglaterra podrían no ser tan hostiles en esta nueva era.
Una posibilidad intrigante es que los humanos evolucionen para adaptarse a ambientes desérticos, similar a lo que se observa en el universo de ‘Dune’, donde la vida nocturna se vuelve esencial para sobrevivir. Alexander Farnsworth, uno de los investigadores que ha simulado estas condiciones climáticas, ha analizado desde un punto de vista más filosófico cómo la vida se adapta a los climas extremos, y ha señalado los paralelismos que esto podría tener con la Tierra en 250 millones de años.
Una vez más. ¿Es esta la forma en que la Tierra se verá dentro de 250 millones de años? No podemos afirmarlo con certeza, aunque en las últimas décadas se han propuesto varias hipótesis que sugieren la existencia de un supercontinente en el futuro. Una de estas teorías es Novopangea, que postula que el Pacífico cerrará. Otra, Aurica, contempla el cierre del Atlántico y del Pacífico. Por último, Amasia sugiere la unión entre Asia y América.
No obstante, sin importar el modelo adoptado, la mayoría de ellos son similares a la última Pangea y, tras el surgimiento de este nuevo supercontinente, se estima que el Atlántico se abrirá nuevamente, separando países y comenzando un nuevo ciclo de fractura continental. ¿Qué sucederá entonces con la vida? La naturaleza siempre encuentra su camino, como el gran Jeff Goldblum planteó en ‘Jurassic Park’, porque la historia está marcada por extinciones masivas que han cambiado continuamente el rumbo de la biología en nuestro planeta.
Imagen | Cafetería
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