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En 2023, algunos exploradores entraron en una cueva remota en México. Encontraron el último tesoro arqueológico del país

  • mayo 14, 2025
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Adrián Beltrán y Yekaretina Katiya Pavlova, un guía mexicana y un espeleólogo ruso, respectivamente, iniciaron un fascinante viaje en septiembre de 2023 que lo llevó más allá de

En 2023, algunos exploradores entraron en una cueva remota en México. Encontraron el último tesoro arqueológico del país

Adrián Beltrán y Yekaretina Katiya Pavlova, un guía mexicana y un espeleólogo ruso, respectivamente, iniciaron un fascinante viaje en septiembre de 2023 que lo llevó más allá de su interés inicial por la arqueología. Equipados con herramientas y un fuerte deseo de descubrir lo que la naturaleza tiene para ofrecer, se aventuraron a la cueva de Tlayócoc, ubicada en las remotas sierras de Guerrero, México. Su objetivo principal era mapear las extensas galerías de la cueva. Sin embargo, lo que encontró la pareja cambió drásticamente su enfoque. Tras recorrer 150 metros hacia el interior y atravesar un pasaje sumergido, hicieron un descubrimiento asombroso: se encontraron con un valioso tesoro arqueológico que había permanecido oculto durante siglos.

Este tesoro es parte del legado de una etnia que ha desaparecido, los tlacotepehuas.

En una cueva remota en México … La cueva de Tlayócoc, ubicada en la Sierra de Guerrero, es bien conocida en la región por sus abundantes recursos naturales, que incluyen agua y guano, utilizado por los agricultores para enriquecer sus cultivos. Sin embargo, lo que Beltrán y Pavlova descubrieron en septiembre de 2023 fue que la cueva también esconde un tesoro arqueológico valiosísimo que permitirá a los historiadores ampliar su comprensión sobre las culturas prehispánicas.

El acceso a este hallazgo fue tanto desafiante como emocionante. La guía y el espeleólogo se adentraron 150 metros en la cueva, sumergiéndose en el agua para llegar a una cámara previamente inexplorada.

¿Qué encontraron allí? Entre los hallazgos, se documentaron dos pulseras elaboradas con conchas dispuestas sobre estalagmitas. La imagen fue tan sorprendente que, como informaría más tarde Pavlova al Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), su primera reacción fue pensar que se trataba de basura, tal vez plásticos. Sin embargo, al acercarse, se dio cuenta de la naturaleza única de las piezas. «¡Fue muy emocionante! Es algo similar a descubrir un pozo de más de 300 metros dentro de la cueva. Aquí tuvimos mucha suerte», reconoció el cartógrafo ruso.

¿Fue todo eso? No. En el área se encontraron más piezas, incluyendo otra pulsera, una carcasa grande y fragmentos de discos negros, resembling mirrors made of pyrite. Pavlova tomó fotografías de los hallazgos y formuló algunas teorías sobre su posible origen, pero decidió dejar el análisis a los expertos. Además, notificó a las autoridades de Ejido y al Comité de Vigilancia de Carrizal de Bravo para asegurar que el sitio no fuera saqueado. Recientemente, las autoridades locales decidieron ir más allá y pidieron a INAH que se registrara nuevamente la cueva.

La accesibilidad al área es complicada; se localiza a una altitud de 2,387 metros y llegar allí implica cruzar barrancos, un río y una carretera donde los viajeros pueden enfrentarse a serpientes o roedores. Sin embargo, en marzo, un grupo de expertos visitó el sitio. Gracias a su estudio, hoy se tiene una comprensión más precisa sobre el tesoro arqueológico que alberga la cueva de Tlayócoc: se han podido identificar 14 objetos prehispánicos, entre los cuales se cuentan pulseras y discos que parecen espejos de pirita.

Desmontificación de incógnitas. Los arqueólogos han registrado un total de tres pulseras de conchas, un fragmento de brazalete de origen malacológico, una concha de caracol gigante (se cree que pertenece a la especie Strombus sp.) perforada y decorada, un fragmento de madera carbonizada y restos de discos de piedra, todos observados dentro del entorno de la cámara. Por ejemplo, las estalagmitas han sido modificadas de manera que sugieren intervención humana.

Al examinar los objetos detenidamente, se verificó que las pulseras estaban hechas con conchas de Triplofusus Giganteus, que habían sido decoradas con varios grabados que representan símbolos y figuras antropomórficas, incluyendo rostros, marcas en forma de «S» y líneas en zigzag. Estos elementos, junto con la disposición de las pulseras y la forma de las estalagmitas, llevaron a los expertos a proponer una teoría: este sitio podría haber tenido un uso ritual. «Es probable que los símbolos y representaciones en las pulseras estén ligados a la cosmogonía prehispánica relacionada con la creación y la fertilidad», comentó Cuauhtémoc Reyes, del Centro de Guerrero del INAH.

¿Por qué es importante? Entender el contexto temporal de estos hallazgos es crucial. Los arqueólogos han establecido que estas piezas datan del periodo postclásico, probablemente entre los años 950 y 1521 d.C. Esto sugiere una conexión con la cultura Tlacotepehua, que habitó la región hace varios siglos.

«Era una rama de los Tepuztecas, un antiguo grupo que residía en las montañas y se dedicaba a la metalurgia, de ahí el nombre», añade el arqueólogo Pérez Negrete en una declaración de INAH. Asimismo, hay pulseras que presentan similitudes con otras piezas halladas en depósitos de guerra y zonas más alejadas.

«Encuentra de gran relevancia». Esta afirmación proviene nuevamente de Pérez Negrete, quien destaca la importancia de este descubrimiento. «A través del análisis contextual de los objetos hallados en la cueva, podemos interpretar las nociones simbólicas, identidades culturales, métodos de fabricación y hasta rutas comerciales, lo que nos permitirá caracterizar a las sociedades prehispánicas que habitaron la Sierra de Guerrero», declara con firmeza.

Los expertos cuentan con escasa información acerca de la cultura tlacotepehua, aportando un sentido de urgencia a la preservación de su legado, el cual se extinguió a inicios de la era virreinal. Además, el INAH recuerda que es la primera vez que sus especialistas visitan la comunidad de Carrizal de Bravo, marcando «el inicio de una campaña» para fomentar la conciencia y la preservación del patrimonio cultural en la zona.

Imágenes | CINAH Guerrero y INAH (Katiya Pavlova)

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