El saqueo y el estado olvidado siguen – Tinta clara
- julio 7, 2025
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El 6 de julio de 2020, Tasajera se quemó. Un camión de cisterna volcó en el Ciénaga – Barranquilla atrajo a docenas de personas que intentaban extraer gasolina.
El 6 de julio de 2020, Tasajera se quemó. Un camión de cisterna volcó en el Ciénaga – Barranquilla atrajo a docenas de personas que intentaban extraer gasolina.
El 6 de julio de 2020, Tasajera se quemó. Un camión de cisterna volcó en el Ciénaga – Barranquilla atrajo a docenas de personas que intentaban extraer gasolina. Minutos después, una chispa encendió la tragedia: 45 muertos y más de 50 heridos con quemaduras graves.
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Las imágenes desgarran el país. Pronto llegaron las promesas de ayuda. Pero nunca cumplieron. Hoy, cinco años después, Tasajera sigue exactamente dónde la dejó la tragedia: en el abandono total e indicado de carros y accidentes de saqueo.
Angela perdió a su hermano en la explosión. En su voz, el dolor permanece intacto. «Nos prometieron todo. Que habría programas, ayuda, que cambiarían nuestras vidas … pero seguimos siendo lo mismo o peor. No hay trabajo aquí, no hay estudio, no hay nada», dice, renunció.
Robaron la carga de azúcar en Tasajera Foto:archivo privado
Las inversiones anunciadas por el gobierno nacional y local nunca ejecutaron. No hay agua potable, los cortes de energía son diarios, el servicio de recolección de basura es casi no existente y la pobreza se ha agudizado. «Las únicas visitas oficiales que vemos son cuando hay bloqueos o muertos ”, Un líder de la comunidad dice.
En el tronco del Caribe, la imagen se repite: los jóvenes bloquean el camino con cuerdas, palos o simplemente se detienen frente a los autos. Piden monedas. Son los «peajes humanos» llamados, una práctica irregular pero frecuente.
Otros, más desesperados, esperan accidentes. Si un vehículo se detiene para una falla, el saqueo es casi inmediato.
Eder Franco Pérez, es uno de los 29 que logró sobrevivir al fuego. Foto:Vanexa Romero / The Time Archive
«Un camión varado no dura cinco minutos. Lo vacían entre todos», dice Julián Méndez, un conductor habitual de la ruta Barranquilla – Santa Marta.
Pero más allá del juicio, existe la raíz: la falta de oportunidades. La mayoría de los jóvenes no terminan el bachillerato, y muchos se inclinan a la búsqueda diaria o incluso al crimen. «Estamos perdiendo una generación completa», lamenta un educador en el área.
Las cifras lo muestran. En promedio, se registran al menos cuatro bloqueos cada semana en el tronco del Caribe, protagonizada por habitantes de Tasajera o sus alrededores.
Cada vehículo lesionado se convierte en una oportunidad para el robo de esta comunidad. Foto:Redes sociales
La mayoría exige soluciones eléctricas, agua o simplemente dinero. Muchos roban durante trancones o arrojan piedras a los vehículos.
La policía incluso ha capturado a personas que participaron en el saqueo y huido a otras ciudades como Bogotá. Pero la respuesta institucional sigue siendo reactiva, no estructural.
Parece que la tragedia no fue suficiente. Ni el dolor de las familias, ni la visibilidad nacional, ni los titulares. Tasajera estaba solo, como muchas veces. «No esperamos nada. Tuvimos que aprender a sobrevivir lo que podamos», dice Teresa Gutiérrez, madre de tres hijos, todo sin estudio.
Los líderes de la comunidad insisten en que no quieren bienestar, sino una inversión real: educación, empleo, salud y servicios básicos. «No necesitamos todas las cámaras de aniversario. Necesitamos mirarnos cuando no hay tragedias», afirma uno de ellos.
Cinco años después, el humo se disipó, pero el dolor permanece. La explosión fue solo un síntoma de una enfermedad mucho más grave: Olvido estructural.
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Tasajera no quemó solo por gasolina. Se quemó por la miseria, por la necesidad, por exclusión. Y mientras la institucionalidad continúa dando la espalda, el brote continuará latente. No en fuego, sino desesperado.
Miguel Ángel ‘Zurdo’ López | Tiempo Foto: