La organización no gubernamental Amnestía Internacional (AI) denunció que el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela está llevando a cabo desapariciones forzadas que constituyen crímenes contra la humanidad. Según el informe titulado arrestos sin rastro: el delito de desaparición forzada en Venezuela, al menos 15 casos de personas desaparecidas de las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024 fueron documentados, y que la mayoría permanece sin estar ubicada hasta la fecha.
La práctica, según el documento, es parte de una política sistemática de represión dirigida contra la disidencia y que son percibidos como oponentes del gobierno. La directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina, Mariela Belski, hizo hincapié en que estas desapariciones infligen daños irreparables tanto a las víctimas como a sus familias, que enfrentan incertidumbre angustiosa y sufrimiento constante.
El informe enfatiza que las desapariciones son el producto de arrestos arbitrarios, muchas veces sin órdenes judiciales o bases legales, que luego se convierten en desapariciones forzadas durante varios días. Los afectados carecen de acceso a asistencia legal independiente y sus familiares permanecen sin información sobre su paradero por períodos prolongados.
Entre las víctimas de las desapariciones habría ciudadanos venezolanos y njeros, incluidos casos documentados de personas de nacionalidades como español, estadounidense, francés, ucraniano, colombiano y uruguayo. Por ejemplo, dos españoles arrestados en Venezuela desde septiembre de 2024 permanecen desaparecidos sin que se confirme su destino oficial.
El deterioro de los derechos humanos en Venezuela se intensificó después de las elecciones presidenciales cuestionadas de 2024. Las protestas que siguieron al anuncio de resultados fueron reprimidos violentamente, con un uso excesivo de la fuerza y los informes de ejecuciones judiciales.
Miles de personas, incluidos los defensores de los derechos humanos, los periodistas y los menores, fueron arrestadas arbitrariamente y sujetas a una tortura y tratamiento crueles. Las condiciones de la prisión empeoraron y la impunidad en estas violaciones persiste, mientras que el Tribunal Penal Internacional (IPC) autorizó a reanudar la investigación de presuntos delitos contra la humanidad cometido en el país. Además, el gobierno intensificó su acoso contra los medios independientes y las organizaciones de derechos humanos, incluso expulsando al personal del Alto Comisionado de la ONU por los derechos humanos.
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