Del uranio al tapón, paso a paso. – Tinta clara
- noviembre 7, 2025
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¿Recuerdas a Homer Simpson dormido frente al panel de control? Durante años, ésta ha sido la imagen más popular de una central nuclear: barras brillantes, botones rojos y
¿Recuerdas a Homer Simpson dormido frente al panel de control? Durante años, ésta ha sido la imagen más popular de una central nuclear: barras brillantes, botones rojos y
¿Recuerdas a Homer Simpson dormido frente al panel de control? Durante años, ésta ha sido la imagen más popular de una central nuclear: barras brillantes, botones rojos y donuts. Otros, en cambio, pueden pensar en sirenas, humo negro, trajes de protección y nombres que siguen pesando: Chernóbil o Fukushima.
Entre la ficción y el miedo colectivo, hay una historia mucho más normal –y a la vez más sorprendente– que suele pasar desapercibida: la de las fábricas gigantes que producen electricidad a partir del poder de los átomos.
Si te acercas a una, verás torres que parecen respirar vapor de agua. Y en su interior, escondidos tras un corazón de acero, millones de átomos se dividen en dos, liberando una energía tan enorme que un puñado de uranio basta para alimentar una ciudad durante días.
Aunque el debate está servido con este tipo de fuentes, lo cierto es que no deja de ser una pieza más de la energía presente. Así que, dejando prejuicios a un lado, echemos un vistazo al interior de una central nuclear: para descubrir cómo funciona, en qué se diferencia de una térmica, cuántas siguen activas en España y por qué sigue en el centro del debate energético.
Una central nuclear es una instalación industrial diseñada para producir electricidad. En su núcleo, literalmente, se encuentra el reactor nuclear, el lugar donde ocurre la magia: la fisión de los átomos.
Dentro de cada átomo hay protones y neutrones que permanecen unidos. Cuando ese núcleo se rompe (al ser golpeado por un neutrón) se libera una enorme cantidad de energía en forma de calor. Ahí es donde entra en juego la energía nuclear: la misma energía que mantiene unidas esas diminutas partículas.
Las centrales nucleares aprovechan este proceso de fisión nuclear para obtener calor, calentar agua, producir vapor y mover turbinas que generan electricidad. Es así de simple. O, si miras de cerca, así de impresionante.
La confusión es común: «¿No son lo mismo una central nuclear y una central térmica?» En parte sí. Ambos utilizan calor para impulsar una turbina y producir electricidad. Pero la gran diferencia está en el origen de ese calor.
En una central térmicael calor proviene de la quema de combustibles fósiles (carbón, gas o fuel oil). Esto libera dióxido de carbono (CO₂) y otros gases contaminantes. Mientras que, en una central nuclear, el calor se obtiene de la fisión de átomos de uranio, sin combustión ni emisiones de CO₂ durante la generación de electricidad.
Por lo tanto, la energía nuclear Se consideran energías limpias en emisionesaunque dejan un desafío diferente: ¿qué hacer con los residuos radiactivos? Podríamos decir que es una energía sin humo, pero no sin dudas y me detendré aquí porque hablaremos de ello al final.
Puede parecer complicado, pero el funcionamiento de una central nuclear se puede explicar de una manera sencilla: Imagínese una tetera grande, como una tetera, solo que en su interior hay átomos que se dividen y liberan energía.
Parece simple y lo es en concepto. Pero detrás hay décadas de ingeniería, miles de medidas de seguridad y vigilancia constante para que esta energía invisible y poderosa se mantenga siempre bajo control.
en españa Hay dos tipos en funcionamiento.: el reactores de agua a presión (PWR)donde el agua se calienta dentro del reactor y se convierte en vapor en el exterior, y el reactores de agua en ebullición (BWR)donde el vapor se genera directamente dentro del reactor.
Según el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO)España cuenta con siete reactores nucleares repartidos en cinco emplazamientos:
Además, hubo otros tres que ya están cerrados:
En total, los reactores españoles en funcionamiento generan alrededor del 20% de la electricidad del país, según datos del Foro Nuclear. Y lo hacen constantemente, las 24 horas del día, sin depender del sol ni del viento.
Si las centrales nucleares tuvieran su propia clasificación mundial, Japón ocuparía el primer lugar. el central Kashiwazaki-Kariwa Tiene siete reactores y una potencia que supera los 8.000 megavatios. Hoy está detenido por revisiones, pero sigue siendo el más grande del planeta. El centro sigue bruce en Canadá con 6.234 MW y ocho reactores de agua pesada a presión (PHWR). Cerrando el podio nos vamos a Europa, en concreto, a la Central Nuclear de Zaporozhyeen Ucrania con una potencia cercana a los 6.000 MW. Actualmente está cerrado debido a la Guerra de Ucrania.
A escala global, la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) predice que la capacidad nuclear podría aumentar hasta un 80% antes de 2050, impulsado por el desafío climático y la búsqueda de electricidad constante sin CO₂.
Aunque pueda parecer una paradoja, una central nuclear también necesita electricidad para funcionar de forma segura. Incluso cuando el reactor está parado, el combustible sigue generando calor residual y los sistemas de refrigeración deben permanecer activos para disiparlo. Si se interrumpe esa energía, el riesgo aumenta: el calor podría acumularse y dañar el núcleo del reactor.
Si una planta se queda sin electricidad por completo (tanto externa como de emergencia), los sistemas de refrigeración dejan de funcionar. En ese caso, el combustible nuclear comienza a calentarse descontroladamente, lo que puede provocar la fusión parcial o total del núcleo. Eso es exactamente lo que ocurrió en Fukushima en 2011, cuando un tsunami destruyó los generadores diésel y las baterías no fueron suficientes.
Por este motivo, las instalaciones nucleares cuentan con múltiples sistemas eléctricos de respaldo, diseñados para entrar en acción de forma inmediata si falla la red principal:
Estas capas de seguridad reducen al mínimo la posibilidad de sufrir un accidente, y cada planta realiza simulacros periódicos para comprobar que todo funciona como debería.
Cuando una central nuclear termina su trabajo queda algo que no se ve, pero que importa tanto como la electricidad que produce: los residuos radiactivos. Un material que seguirá siendo peligroso por mucho que pasen siglos -o incluso milenios-, por lo que necesita un almacenamiento controlado y seguro.
En España, Enresa (Empresa Nacional de Residuos Radiactivos) es responsable de recogerlos y almacenarlos. Los que tienen baja y media actividad descansan en el Centro El Cabril, en Córdoba. Sin embargo, el gran desafío está en los combustibles de alta actividad –el combustible usado– que requiere un lugar estable durante miles de años.
Por eso el país trabaja en un almacenamiento temporal centralizado (ATC), un punto intermedio antes de dar el salto al almacenamiento geológico profundo (AGP): cavernas subterráneas selladas como las que ya existen en Finlandia o Suecia.
En última instancia, los residuos son un recordatorio de que incluso las energías más limpias dejan su huella. El desafío no es sólo técnico, sino una carrera de fondo que mezcla física, geología y consenso político.
Imagen | Foro nuclear
| Los ciudadanos no debían pagar por el cierre de las centrales nucleares, pero ya hay un agujero de 11.600 millones de euros en la factura