Colombia se dirige hacia un estado para animales – Tinta clara
- junio 1, 2025
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Dos proyectos de protección animal se convirtieron en ley en abril: la ley de ángeles (Ley 2455 de 2025), que actualiza la policía y las normas penales que
Dos proyectos de protección animal se convirtieron en ley en abril: la ley de ángeles (Ley 2455 de 2025), que actualiza la policía y las normas penales que
Dos proyectos de protección animal se convirtieron en ley en abril: la ley de ángeles (Ley 2455 de 2025), que actualiza la policía y las normas penales que sancionan el abuso de los animales, y la ley de Lorenzo (Ley 2454 de 2025), que busca mayores medidas de protección para los perros utilizados en los servicios de seguridad y vigilancia.
La ley de ángeles aumenta las sanciones debido al abuso animal y resuelve los conflictos normativos Eso existía entre el estatuto de protección animal y el Código de Policía, que a menudo obstaculizaba la aplicación efectiva de sanciones. Además, aclara los procedimientos que los inspectores de policía deben seguir para sancionar estos casos y establecer nuevas herramientas de investigación para las autoridades. Por ejemplo, permite a la policía ingresar a un hogar cuando un animal está en peligro inminente y ordena la creación de una ruta nacional para el abuso animal, que debe incluir la atención a los animales afectados por el conflicto armado.
Por su parte, el Lorenzo Law establece estándares obligatorios de bienestar animal que las empresas que usan perros en servicios de seguridad deben cumplir y vigilancia. Entre sus medidas más destacadas se encuentran, por ejemplo, la reducción de la edad máxima permitida para los animales en estos servicios, el requisito de la recreación mínima y los tiempos de descanso y el fortalecimiento de las autoridades de las autoridades para investigar y sancionar a las empresas que no cumplen con los estándares o tolerar situaciones de abuso. Además, la ley ordena al gobierno que promueva tecnologías que contribuyen al reemplazo progresivo de estos animales.
Ambas iniciativas, promovidas por el senador Andrea Padilla, son normas que, en sus propias palabras, buscan «crear estado para los animales». Esto significa que fortalecen o introducen nuevas capacidades, instituciones y regulaciones de una manera deliberada y coordinada, no solo como una intervención aislada o caritativa, sino como el pago de una deuda histórica de justicia con ellos.
Por ejemplo, ambas leyes asignan competencias y obligaciones con las entidades que conforman el Sistema Nacional de Protección y Bienestar de los Animales (Sinapyba), creados en el Plan Nacional de Desarrollo más reciente y actualmente en el proceso de regulación. Este nuevo sistema busca articular todas las entidades, normas y políticas relacionadas con la protección de los animales, incluidas las de los sectores de salud, agricultura y ambiental, para garantizar la atención estatal integral y coordinada para los animales. En resumen, estas son dos leyes con un mensaje claro: los animales importan y el estado debe contribuir a su floración.
La creación de un ‘estado animal’ comienza a partir del reconocimiento de que nuestra comunidad política también está compuesta por individuos de otras especies, que tienen necesidades e intereses que el estado debe proteger. En otras palabras, que el Estado no debe ser una tiranía del humano sobre los no humanos, sino un zopolis: un orden social en el que los humanos y otros animales coexisten de manera justa.
En Zoópolis: una teoría política de los derechos de los animales, los filósofos canadienses Sue Donaldson y Will Kymlicka proponen precisamente esta transformación. Según su teoría, los animales pueden clasificarse en tres categorías políticas: (i) doméstico (como gatos, perros, vacas y pollos), que deben considerarse ciudadanos y miembros activos de la comunidad política; (ii) El salvaje, que debe considerarse miembros de las comunidades autónomas de los soberanos, y (iii) los liminales (o urbano salvaje, como las palomas), que deben considerarse residentes del territorio, con derechos básicos, pero sin todas las garantías ofrecidas por la ciudadanía.
Históricamente, las leyes de protección animal han surgido de otro paradigma: una separación categórica entre humanos y animales, en el que solo los primeros participan en la construcción de acuerdos políticos, mientras que el segundo «no tiene voz» y apenas son contenedores pasivos de las consecuencias de estas decisiones.
En ese modelo, la protección de los animales no se basa en el reconocimiento de sus derechos o su valor moral intrínseco, sino en la utilidad o conveniencia de esa prohibición de los humanos. Por ejemplo, están protegidos contra la crueldad excesiva o «innecesaria» porque eventualmente podría traducirse en más violencia contra otros seres humanos. En este enfoque tradicional, las leyes ofrecen principalmente protecciones negativas contra el sufrimiento, es decir, se limitan a decir lo que no se puede hacer.
En un zopolis, por otro lado, los animales son vistos como agentes en la vozque comparten nuestro territorio en diferentes medidas y con quienes tenemos obligaciones. Comprender a los animales como los agentes políticos implica, por ejemplo, deliberar con ellos. Esto significa considerar sus intereses y necesidades antes de tomar decisiones políticas y legales que los afectan.
Por lo tanto, las leyes que comienzan por el reconocimiento de los animales como sujetos legales y políticos tienen protecciones más amplias, que incluyen obligaciones positivas del estado. En este caso, por ejemplo, las leyes de Angel y Lorenzo no solo prohíben los comportamientos constitutivos de abuso, sino que también crean nuevas instituciones, rutas de atención y poderes que comprometen activamente al estado para garantizar que los animales lleven vidas decentes.
La creación de un verdadero estado para los animales requiere, además de un marco regulatorio, un compromiso de los funcionarios y un profundo cambio cultural en el que los animales dejan de ser vistos como recursos de segunda clase, objetos o formas de vida.
Es por eso que es especialmente relevante que la orden de la ley de ángel la capacitación de los inspectores de policía en todo el territorio nacional, así como los funcionarios de la rama judicial y la oficina del fiscal, para garantizar que sus decisiones sean «diligentes» y «compasivas».
La construcción de un zopolis requerirá voluntad política, inversión pública, vigilancia ciudadana, participación de diferentes sectores y, sobre todo, una transformación ética que termina el paradigma de la supremacía humana sobre los miembros de otras especies. No es una utopía, sino el próximo paso lógico en un estado de derecho social que aspira a ser realmente democrático, justo e inclusivo.
Literario y abogado de la Universidad de Los Andes. Editor de razones públicas. (**) La razón pública es un centro de pensamiento sin fines de lucro que finge que los mejores analistas tienen más incidencia en la toma de decisiones en Colombia.