Cierre los ojos y piense en el material principal de un barco. Muy posiblemente, la madera es la primera en venir a la mente, y esto es comprensible: hemos estado navegando en barcos de madera durante milenios, y esa tradición persiste. Sin embargo, no se puede ignorar que, en el siglo XIX y XX, el acero se convirtió en el material dominante para la construcción naval, dando lugar a los imponentes buques que hoy conocemos. Pero lo que a menudo se pasa por alto es otro material impresionante: el concreto.
Así es, durante más de 150 años, se han construido barcos de concreto, y lejos de ser una locura, esta ha sido una de las ideas más lógicas de la historia naval. De hecho, su uso se extendió incluso a las necesidades durante la Segunda Guerra Mundial.
Un francés. Un buen día de mediados del siglo XVII, un hombre francés conocido como Joseph-Louis Lambot se propuso construir un bote. No un barco cualquiera, sino uno hecho de concreto reforzado. El problema era que, en 1848, la idea de concreto reforzado no era algo que se comprendiera en su totalidad. Este tipo de material es, en esencia, una mezcla de concreto y acero, combinándolos para crear una estructura con una resistencia mucho mayor, que ha sido la base de muchas construcciones impresionantes desde su invención.
Se suele atribuir a Joseph-Louis la invención del concreto reforzado. Sin embargo, como ocurre con muchas innovaciones, existen controversias sobre las fechas, así como sobre quién patentó inicialmente el concreto reforzado o construyó la primera losa de este material. La realidad es que Lambot quería demostrar su invención, por lo que diseñó un pequeño bote de menos de cuatro metros, con la esperanza de presentarlo en la Exposición Universal de París de 1855.
Suficientes ventajas. En términos de diseño, el interior del barco propuesto por Lambot era una malla de alambre recubierta por cemento, con el objetivo de eventualmente reemplazar por completo la madera en la construcción naval. Aunque la idea fue bien recibida, no logró atraer la atención de los fabricantes de barcos de inmediato. A pesar de que se fabricaron algunas barcazas para canales europeos, el interés era limitado. Todo cambió cuando el ingeniero italiano Carlo Gabellini decidió construir el Liguria en 1896, el cual es considerado como el primer barco de concreto reforzado diseñado para navegar en alta mar.
La creación de barcos de concreto reforzado tenía una lógica aplastante. Este material presenta una notable resistencia a la corrosión, lo que significa que la atmósfera marina no compromete el casco. Además, esto ayuda a reducir el mantenimiento, lo que a su vez extiende la vida útil del barco. También ofrecía un buen aislamiento térmico, lo que permitía transportar recursos perecederos en condiciones óptimas y, además, minimizaba los riesgos de incendio.
En ausencia de pan … Con el tiempo, la construcción de estos barcos de concreto se extendió a otros países, especialmente en el ámbito de los cargueros. Sin embargo, en 1914, comenzó la Primera Guerra Mundial, un acontecimiento que revolucionaría el uso del concreto en la construcción naval. Más allá de las ventajas inherentes del concreto frente a otros materiales, el mundo se vio forzado a crear barcos de concreto por una razón muy simple: la escasez de acero.
La militarización y la industrialización de las potencias en conflicto dieron lugar a una escasez aguda de acero. Los barcos eran cruciales, dado que la supremacía naval siempre ha jugado un papel determinante en cualquier conflicto. Pero, el acero necesario para los destructores podría ser utilizado en muchas otras aplicaciones. Así, la necesidad de continuar construyendo barcos fue vital para el transporte y la logística durante la guerra.
Guerra Mundial. La revolución en la construcción naval vino de la mano del Namsenfjord, un barco noruego lanzado en 1917 que demostró que era posible construir barcos de concreto autopropulsados. Con 26 metros de longitud y un peso de 400 toneladas, el potencial de estos barcos se hizo evidente para Estados Unidos, que reconoció su utilidad no solo para el transporte de mercancías, sino también en lo militar. Así nació el Programa de Corporación de Flota de Emergencia, que tenía como objetivo la producción de 24 barcos de concreto. Desafortunadamente, esto se convirtió en un fracaso ya que la mayoría de los barcos no se completaron hasta después de la guerra, lo que llevó a reorientar los recursos a otros fines.
Uno de estos barcos fue el SS Faith, que se había diseñado para ser utilizado en la guerra, pero terminó en operaciones de transporte en Estados Unidos. Lanzado en 1919, estuvo en servicio hasta 1921, cuando fue vendido a Cuba. Tenía una longitud de 97.54 metros. Otro barco notable fue el SS Selma, un imponente buque de concreto armado de 129.54 metros que fue lanzado el mismo día en que Alemania firmó el Tratado de Versalles, que puso fin a la Primera Guerra Mundial. Este buque fue finalmente utilizado como petrolero en el Golfo de México.
Con velas y un motor de apoyo secundario
Desventajas demolidas. Aun cuando el interés en los barcos de concreto se desinfló tras la guerra, sus ventajas permanecieron. La construcción de estas embarcaciones era sustancialmente más barata que fabricar barcos de acero o hierro. Sin embargo, junto a sus beneficios, existen desventajas críticas que deben ser consideradas.
Para igualar la resistencia de un casco de acero, los barcos de concreto necesitan ser mucho más gruesos, lo que trae consigo limitaciones notables. En primer lugar, el peso adicional de estos cascos también provoca que el desplazamiento del barco sea más lento y que se requiera más combustible para operar. Este diseño más grueso también significa que hay menos espacio interior disponible para la carga, ya que el volumen útil se ve reducido drásticamente.
El aumento de peso requiere motores más potentes y, por ende, tanques de combustible más grandes, lo cual implica una inversión mayor en el sistema de propulsión. La construcción de un dique para estos barcos debe ser monumental, ya que no se puede simplemente soldar piezas como se hace con el acero, y esto afecta también la resistencia a impactos.
Segunda Guerra Mundial. El metal, aunque se rompe, tiene una elasticidad superior a la del concreto, que es significativamente más frágil en caso de impactos. Una colisión puede provocar grietas en el casco, lo cual es un fallo catastrófico para un barco de su tamaño. Por esta razón, después de la Gran Guerra, el Proyecto de Barco de Concreto fue abandonado, restringiendo su uso casi exclusivamente a barcazas de carga. No obstante, la Segunda Guerra Mundial planteó una nueva vez la necesidad apremiante de acero.
A pesar de que el programa de EE. UU. no fue tan ambicioso como el de hace dos décadas, se continuaron construyendo barcos de concreto, principalmente para apoyo logístico y transporte de materiales, especialmente durante las preparaciones paradójicas que condujeron al famoso aterrizaje de Normandía.
Segunda vida. Tras el conflicto mundial, la situación para los barcos de concreto mejoró. Aunque han habido algunos intentos posteriores por construir barcos de concreto reforzados, estos no han surgido como una alternativa viable a otros materiales más adecuados. Muchos de los barcos construidos durante ese período tuvieron un nuevo propósito, sirviendo como rompeolas, defensas portuarias o, en algunos casos, quedando abandonados. Un claro ejemplo son aquellos que descansan en el Támesis. Otros, como el SS Quartz, fueron utilizados en pruebas de bombas atómicas, específicamente durante la Operation Crossroads en el Atolón de Bikini.
Para demostrar los efectos de las bombas nucleares desarrolladas por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, fueron arrojadas sobre barcos militares que ya no se usaban, localizados en los atolones del Pacífico
A pesar de todo, aún hay algunos que siguen construyendo barcazas de concreto: los holandeses. La razón detrás de esta práctica es que utilizan estas estructuras como «cimientos» para sus casas flotantes, rodeándolas con defensas de madera o metal para proteger el concreto de posibles inundaciones.
Por lo tanto, a pesar de que hoy en día puede parecer una idea descabellada construir un barco de concreto para ir a la guerra, especialmente en el contexto de la escasez de acero durante la Gran Guerra, es evidente que fue una propuesta que, en su momento, tenía un sentido práctico y necesario.
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