En Bogotá ya es común escuchar: “pidamos Baca”. Para muchos, esta cadena se ha convertido en sinónimo de comida sabrosa, equilibrada y rápida, sin necesidad de realizar gastos adicionales. Detrás de este fenómeno está Stephanie Gómez, una caleña que decidió iniciar una apuesta que hoy crece a un ritmo vertiginoso. Desde su fundación en 2022, Bacu pasó de un pequeño equipo con una cocina piloto a gestionar decenas de puntos de venta y miles de pedidos mensuales, impulsado por la tecnología, los datos, los proveedores locales y una visión clara: cambiar la forma de comer de los colombianos.
Escuche esta entrevista en formato podcast:
Stephanie, ¿qué te gustaba comer (o cocinar) cuando eras niña?
Desde pequeña tuve claro que la comida es sinónimo de amor. En mi casa todo giraba en torno a la mesa: celebraciones, conversaciones importantes, incluso momentos difíciles. Mis platos favoritos siempre han sido las lentejas y el sancocho de pollo, porque soy de Cali y esos sabores son parte de mi identidad. También amaba las empanadas; Eran como un ritual familiar. Comí absolutamente de todo, nunca fui complicada. Y creo que esa apertura influyó directamente en Baca: queríamos ofrecer una amplia selección de productos, donde cada uno pueda encontrar algo que le guste, que le nutra bien y que no le quite mucho tiempo.
Antes de fundar Baca, ¿en qué trabajabas y qué le enseñaste a tu mamá?
Soy administrador de empresas y trabajé durante varios años en una empresa que ayudó a expandir cientos de restaurantes a través de cocinas ocultas y marcas digitales. Aquella experiencia fue una escuela impresionante: conocí de cerca la restauración, pero desde un ángulo diferente, el ángulo del trabajo, la estandarización, la tecnología y la expansión acelerada. Viajé por la región ayudando a marcas a crecer en diferentes ciudades y países. Entendí cómo escalar las operaciones sin perder coherencia, cómo utilizar los datos para tomar decisiones en lugar de la intuición, cómo controlar los costos y garantizar la calidad incluso a escala.
¿Qué te hizo dar el salto y fundar Baca?
Era una mezcla entre necesidad personal y una visión clara de oportunidad. Viajé mucho por trabajo y siempre me enfrenté a la misma dicotomía: si quería comer una comida equilibrada, tenía que gastar más de lo que podía, y si quería algo rápido, terminaba comiendo en lugares que no me alimentaban bien. Mis socios y yo dijimos: «Oye, aquí hay un segmento que no está siendo atendido tan bien como debería». Queríamos ofrecer una comida equilibrada, sabrosa, que nutra el cuerpo y el alma, pero también eficaz, accesible y asequible. Además, había un componente emocional muy fuerte. En mi familia la comida es una señal de amor, pero también de prevención: una alimentación consciente es clave para llevar una vida sana y evitar muchas enfermedades.
Y empezaste…
Sí, pero admito algo que no es menor: decidí montar un negocio cuando tenía un mes de embarazo. No hay un momento perfecto para lanzarse. Quería que si algún día les contaba esta historia a mis hijos, fuera una historia de orgullo: que supieran que su madre se arriesgó por su sueño. Así nació Bacu en 2022, con un equipo pequeño y un objetivo enorme: alimentar bien a millones de personas.
Empezar nunca es fácil. ¿Cuál fue el primer gran obstáculo al que te enfrentaste?
La primera fue lanzarse sin sentirse «preparado». Estaba embarazada al principio y tenía mil dudas: ¿podré afrontar la maternidad, ser esposa, hija, líder de equipo y emprendedora al mismo tiempo? Otro era el temor de que a la gente no le gustara el producto. Teníamos mucho en juego. Para afrontarlo, nos encerramos dos meses en la cocina para desarrollar los platos, probar, adaptar y volver a probar. Mientras construíamos los primeros puntos físicos, lanzamos dos marcas digitales con el mismo menú, a modo de prueba silenciosa. En tres meses conseguimos entre 40.000 y 50.000 pedidos y empezamos a ver claramente que había aceptación. Los datos nos mostraron que la propuesta funcionó. Esto nos dio mucha confianza para abrir el primer punto físico con menos incertidumbre.
¿Y cuándo fue ese primer momento en el que dijiste: “Esto va bien”?
Había dos señales muy claras. La primera fue cuando abrimos los primeros puntos y la gente empezó a llenar el lugar desde el primer día. Colas, retrasos en los agregadores digitales, clientes recurrentes… era evidente que estábamos ante algo real. El segundo vino con mensajes de nuestros consumidores. Personas que decían: «Solía comer cualquier cosa en el almuerzo y me siento pesado; ahora sé que en 25 minutos puedo comer algo que me nutra y seguir con el día». Otros casos aún más potentes: diabéticos o personas con problemas de obesidad que encontraron en Bacu una opción que les permitió cambiar su estilo de vida sin complicaciones y mejorar su salud. Eso fue muy poderoso, porque nos mostró que no sólo estamos construyendo un restaurante, sino una solución real a un problema cotidiano.
Hay algo muy lindo en la relación que tienen con los proveedores: buscan productos locales, apoyan la economía cercana. ¿Cómo funciona?
Sí. Desde un principio definimos que al menos el 70 por ciento de nuestros proveedores serán colombianos y que estarán a menos de 70 kilómetros de nuestros restaurantes. No se trata sólo de patriotismo: es una decisión estratégica que tiene un impacto. Decidimos, por ejemplo, comprar trucha de Boyacá en lugar de salmón importado, o buscar verduras y frutas frescas directamente de granjas cercanas. Esto nos permite mantener la frescura, controlar los costos y apoyar la economía circular. Contamos con un equipo de compras cada vez más sofisticado, pero con una premisa simple: apoyar al fabricante local y crecer juntos. Cuando un proveedor crece con nosotros, se crea un verdadero círculo que beneficia a toda la cadena.
Hay algo muy lindo en la relación que tienen con los proveedores: buscan productos locales, apoyan la economía cercana. ¿Cómo funciona?
Sí. Desde un principio definimos que al menos el 70 por ciento de nuestros proveedores serán colombianos y que estarán a menos de 70 kilómetros de nuestros restaurantes. No se trata sólo de patriotismo: es una decisión estratégica que tiene un impacto. Decidimos, por ejemplo, comprar trucha de Boyacá en lugar de salmón importado, o buscar verduras y frutas frescas directamente de granjas cercanas. Esto nos permite mantener la frescura, controlar los costos y apoyar la economía circular. Contamos con un equipo de compras cada vez más sofisticado, pero con una premisa simple: apoyar al fabricante local y crecer juntos. Cuando un proveedor crece con nosotros, se crea un verdadero círculo que beneficia a toda la cadena.
¿Cuál ha sido el momento de mayor orgullo para ti desde el comienzo de esta aventura?
Sin duda, ver crecer al equipo. Bacu es una empresa joven no sólo porque tiene sólo tres años, sino porque más del 65 por ciento de nuestra gente tiene menos de 25 años. Para muchos, Bac es su primer trabajo. Ingresaron como asistentes de servicio y hoy son administradores de punto o líderes de zona. Diseñamos planes de carrera internos que les permitan proyectarse, crecer, aprender y sentirse parte de algo grande. Cada vez que veo prosperar a uno de esos niños, pienso que este proyecto no solo alimenta a los consumidores: también abre carreras y caminos personales para cientos de jóvenes.
¿Alguna vez has tenido ganas de tirar la toalla?…
Sí, algunos. Iniciar un negocio es una montaña rusa emocional. Hemos tenido noches de insomnio, tiempos financieros difíciles y decisiones difíciles que sopesar. A veces la pregunta es difícil: «¿Qué pasa si no alcanzamos la meta mensual? ¿Qué pasa si esto no es suficiente para sobrevivir?». Pero siempre volvemos a lo mismo: claridad de propósito y obsesión por la visión. Sabemos que es un mercado competitivo, con márgenes ajustados, inversión intensiva en tecnología y negocio. Pero también sabemos que lo que construimos tiene un significado profundo: cambiamos hábitos, creamos impacto y construimos algo sostenible. Nos sostiene en tiempos difíciles.
Tienes 33 años. Eres demasiado joven para dirigir este tipo de empresa. ¿Qué sigue para Baca?
Nuestro próximo gran paso es expandirnos a Medellín, que será nuestro primer salto fuera de Bogotá. Creemos que aquí ya hemos consolidado nuestra propuesta y estamos listos para llevarla a otra gran ciudad con la misma tesis que nos funcionó: sabor local, tecnología, eficiencia y equilibrio nutricional. Después de Medellín, soñamos con llevar Baca a otras regiones de Colombia y América Latina. La necesidad que estamos abordando no es sólo de Bogotá o Colombia: es global. Queremos ser una solución alimentaria moderna, local y saludable en muchas ciudades.
Si pudieras cambiar algo sobre el entorno empresarial para los emprendedores en Colombia, ¿qué sería?
Creo que podría ser mucho más colaborativo. No porque no haya generosidad (la hay), sino porque a veces los nuevos empresarios no saben a quién preguntar o les da vergüenza hacerlo. Si hubiera más espacios naturales para compartir aprendizajes reales, errores, consejos, historias de primeros pasos… Creo que muchos empezarían con más confianza. Tuve la suerte de crecer en un entorno muy emprendedor, pero me gustaría que más personas sintieran que no están solas, que pueden tocar puertas y encontrar la tutoría adecuada.
Oye yo, ¿a quién admiras y por qué?
A mis padres. Desde pequeña me enseñaron el valor del trabajo, la resiliencia y disfrutar de la vida a pesar de las dificultades. Ellos han sido mi ejemplo constante y mi inspiración para construir este camino.
Mira esto: ¿Qué no debe hacer alguien que está por iniciar un negocio?
No deberías simplemente buscar reconocimiento o validación externa. Esto va más allá de aparecer en listas o redes: es una responsabilidad enorme con la sociedad, con el equipo, con el producto, con los consumidores. Si la motivación es superficial, es difícil sostenerla cuando lleguen las tormentas. Pero cuando la motivación es profunda, cuando nace de una convicción real, encuentras maneras de seguir adelante incluso en los días más difíciles.