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Cuando cumplir 100 años no significa jubilarse – Tinta clara

  • noviembre 4, 2025
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Durante gran parte de este año, Japón ha ido develando situaciones que pusieron de manifiesto la situación extrema derivada del envejecimiento de su población. De hecho, la necesidad

Cuando cumplir 100 años no significa jubilarse

 – Tinta clara

Durante gran parte de este año, Japón ha ido develando situaciones que pusieron de manifiesto la situación extrema derivada del envejecimiento de su población. De hecho, la necesidad de muchas personas mayores de seguir trabajando después de su jubilación había convertido el “alquiler” de abuelas en un nuevo símbolo de los tiempos. Lo mismo pasó con muchos empleos que se van a perder por falta de trabajadores jóvenes.

Pero también hay otra cara: la de llegar a los 100 años celebrándolo con trabajo.

La longevidad como vocación. Lo contaba el fin de semana los tiempos de nueva york. Japón, país con una población centenaria más grande del mundoestá experimentando una paradoja demográfica: mientras su tasa de natalidad desciende y la proporción de jóvenes se reduce, una generación extraordinariamente longeva de ancianos desafía la jubilación.

Más de 100.000 personas exceder los cien añosy entre ellos hay un hilo conductor que va más allá de la genética o la alimentación: el trabajo como razón de ser. En un país donde el sentido del deber y la disciplina impregnan la vida cotidiana, estos centenarios no conciben la vejez como una jubilación, sino como la extensión natural de una existencia útil. Su longevidad, dicen, nace del equilibrio entre un cuerpo activo, una mente ocupada y un propósito que no se apaga.

El mecánico que no cierra. Uno de los casos más palpables tiene 103 años. Seiichi Ishii Continúa arreglando bicicletas en el mismo barrio de Tokio donde empezó como aprendiz cuando era niño. Su figura encorvada bajo un mono azul demasiado largo resume una ética: la del artesano que no se mide por la edad, sino por la necesidad de seguir haciendo.

El hombre repara tornillos con manos temblorosas, hace su propio miso, canta karaoke y va en triciclo a su bar favorito, pero sobre todo se niega a dejar el trabajo que da sentido a tus días. Tu taller es tu mundo y, como el dice con calma, “si muero aquí, moriré feliz”. en un Japón técnicoIshii representa la persistencia de la íntima relación entre el trabajo manual y la dignidad personal.

el cocinero The Times también recordó la historia. por Fuku Amakawa102 años, quien han pasado seis décadas Al frente del restaurante familiar donde mezcla fideos, caldo y cebollino con la naturalidad de quien no ha perdido el ritmo de la vida laboral. El calor del vapor ha mantenido su piel suave y su espíritu fuerte. Continúa trabajando cinco o seis días a la semana, convencida de que su cuerpo se mantiene fuerte gracias a la rutina del esfuerzo.

Su restaurante, abierto con su marido y sostenido hoy por sus hijos, se ha convertido en un templo doméstico de perseverancia. Cuando el dolor muscular la asustó, pensó que era su corazón. El médico le explicó que era simplemente una consecuencia de levantar ollas pesadas. Para ella, seguir en la cocina no es resistencia: es gratitud por poder hacerlo.

Cultivando la memoria. Masafumi MatsuoTiene 101 años y cultiva arroz, berenjenas y pepinos en las montañas de Oita. Trabaja al sol con pausas medidas, sentado en un taburete de plástico, y lleva ofrendas de arroz a la pequeña capilla donde honra a su difunta esposa.

Sobreviviente de cáncer y covid, se aferra a la tierra como un forma de continuidad: Labrar el campo es mantener el vínculo con su pasado, con su familia y con el ciclo natural que le enseñó a resistir. Juega con su bisnieto, observa cómo los saltamontes saltan de su mesa calefactora y encuentra en la vida cotidiana la serenidad de quien ha aprendido que trabajar es, literalmente, seguir respirando.

Vendiendo belleza. A sus 102 años, Tomoko Horino continuar vendiendo cosméticoscomo lo viene haciendo desde que tenía 39 años, cuando decidió desafiar las convenciones sociales que prohibían trabajar a las mujeres casadas. Con tres hijos y un marido reacio, Horino convirtió su intuición estética en sustento y orgullo.

Hoy, viuda y sola, hace sus ventas por teléfono, cose, alimenta al gato del barrio y sigue sintiendo la misma emoción al escuchar a un cliente recuperar su autoestima. En su historia El cambio de la mujer japonesa y la vigencia del trabajo como afirmación personal se entrelazan: cada conversación, cada tono de lápiz labial vendido es un acto de continuidad vital.

El narrador. Tomeyo OnoTiene 101 años, se sienta en un cojín y recita historias tradicionales (minwa) con una energía que desmiente su edad. Comenzó a contar historias cuando tenía setenta años, en una sociedad donde las niñas de su época no soñaban con tener una voz pública.

Desde que el tsunami de 2011 devastó su casa en Fukushima, ha mezclado viejas leyendas con recuerdos del desastreconvencido de que narrar es preservar la memoria de quienes se fueron. Come natto entre pan, escribe su diario, ríe, llora y dice que sólo sueña con muertos. Su misión, dice, es seguir hablando hasta poder reunirse con ellos.

El trabajo es vida. Si se quiere, el ejemplo de estos cinco retratos condensa una visión de Japón que sobrevive más allá de su crisis demográfica: la de una sociedad donde el trabajo no es sólo un medio de subsistencia, sino afirmación moral y continuidad emocional. En todos ellos, la actividad mantiene la salud, protege de la soledad y da propósito. Nadie idealiza el cansancio, pero todos lo asumen como compañero.

Contrariamente al estereotipo de la jubilación dorada, estos centenarios encarnan una forma diferente de la plenitud: el del gesto repetido que sostiene la identidad. En un país donde las personas mayores ya superan con creces Para los jóvenes, su ejemplo no es una curiosidad, sino una respuesta: seguir trabajando, en Japón, es seguir estando.

Imagen | Píxel crudo

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