Hasta ahora hemos observado cómo la factura de la luz ha aumentado tras el apagón de abril. Pero esta vez el foco no está en el recibo, sino en una decisión silenciosa que acaba de tomar la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) y que determinará cuánto costará mantener la luz encendida en los próximos cinco años.
 
Poco a poco. La CNMC ha enviado al Consejo de Estado las circulares que establecen cómo se remunera el transporte y distribución de electricidad entre 2026 y 2031, el llamado “negocio de redes”: las torres, cables y centros de transformación que posibilitan que la energía llegue a hogares, fábricas y hospitales.
El detalle técnico es una cifra: 6,58%. Este nuevo porcentaje –frente al 5,58%– es, según el regulador, una actualización que refleja mejor las condiciones financieras actuales, después de un período de aumento de los tipos de interés. Sin embargo, la medida está lejos del 7% o 7,5% que piden las grandes eléctricas agrupadas en Aelec (Iberdrola, Endesa, EDP y Naturgy) y que también reclamaron las pequeñas distribuidoras representadas por CIDE. 
  
¿Y en el bolsillo? Buena pregunta. Estas circulares, que entrarán en vigor el 1 de enero de 2026 si el Consejo de Estado no introduce cambios, definen los criterios de remuneración para todo el período 2026-2031. En el corto plazo, el aumento no se notará directamente en la factura, pero sí influirá en los costes regulados que sustentan el sistema eléctrico y que pagamos todos. Según cálculos de la CNMCEl impacto del cambio será de entre el 0,9% y el 1,1% del coste total anual del sistema, dependiendo del nivel de inversión.
El objetivo de esta tasa es garantizar que las empresas que mantienen y amplían la red eléctrica reciban una rentabilidad razonable sobre su capital invertido. Si el porcentaje es demasiado bajo, se desalienta la inversión; Si es demasiado alto, aumentan los costes del sistema y, a la larga, la factura del consumidor. el regulador buscar un punto de equilibrio: suficiente atractivo para que se sigan construyendo y reforzando líneas, pero sin trasladar un sobrecoste a las viviendas.
Un cambio en el cálculo. Por primera vez, se combinarán datos históricos y pronósticos futuros para estimar el costo de la deuda de las empresas, en lugar de depender únicamente de las tasas de interés pasadas. También se incorporan nuevos componentes: costos de transacción (como comisiones por emisión de deuda), los llamados costo de transporte (coste de mantenimiento de las posiciones financieras) y una corrección por los programas de compra de bonos del Banco Central Europeo, que habían reducido artificialmente la rentabilidad de la deuda pública y, por tanto, el tipo libre de riesgo.
 
Según la organizaciónse trata de una metodología “más realista” que incorpora la reciente volatilidad del mercado. El cambio se aplicará de forma escalonada durante los seis años del nuevo periodo regulatorio y amplía el margen de inversión reconocida, incluyendo no sólo nuevas infraestructuras sino también mejoras y optimización de las existentes. El objetivo: mantener las facturas contenidas mientras se moderniza la red.
El “parámetro K”. Más allá de los tecnicismos, lo que está en juego es la capacidad de España de electrificar su economía sin disparar la factura. La CNMC lo ha configurado a 257 euros por kilovatio conectado, frente a los 232 euros del borrador anterior. Las empresas sostienen que el coste real ronda los 375 euros/kW, por lo que la mejora se queda muy corta.
Este parámetro determina cuántos proyectos industriales, centros de datos o viviendas nuevas se pueden conectar a la red sin que la conexión sea económicamente inviable. Según el empresariolimitar la remuneración a ese nivel “impide conectar a parte de los nuevos consumidores” y puede poner en riesgo la competitividad de sectores enteros.
Esta ha sido la respuesta. Aelec expresó su «profunda preocupación» y advirtió que las nuevas circulares «comprometen la electrificación y el desarrollo industrial del país». La patronal insiste en que la tasa sigue por debajo de los niveles europeos -entre el 6,8% y el 7,5%- y advierte de que «desincentiva la inversión justo cuando el país necesita desplegar más infraestructuras eléctricas».
 
Más de 67 asociaciones empresariales y sociales se han sumado a su llamamiento. En un manifiesto citado por la propia AelecAdvierten que, si no se revisan las condiciones, “las redes eléctricas españolas podrían colapsar”. La patronal también critica que la CNMC haya reducido en un 37% los costes de mantenimiento reconocidos, lo que, a su juicio, puede deteriorar la calidad del servicio y frenar la conexión de nuevos clientes.
Por su parte, la CNMC sostiene que su obligación es proteger al consumidor y garantizar la sostenibilidad del sistema. La organización busca «limitar el impacto de las inversiones en la factura de los clientes» y recuerda que todo lo que las eléctricas invierten en estas redes se paga como cargo fijo en la factura de la luz. el equilibrio, el regulador insisteConsiste en remunerar las inversiones necesarias sin sobrecargar al usuario final.
Una decisión con efectos a largo plazo. Detrás de esta disputa técnica se esconde una cuestión fundamental: ¿puede España electrificar su economía al ritmo necesario sin aumentar la retribución de las redes? El Gobierno ha puesto en marcha un plan para incrementar la inversión en redes un 62% hasta 2030, con unos 13.600 millones de euros para reforzar la red nacional, como recordó El Economista.
Sin embargo, cinco días señala que las nuevas limitaciones de la CNMC podría frenar parte de estos proyectos y dejar fuera a los consumidores con mayores costes de conexión. Las eléctricas preparan ahora alegaciones ante el Consejo de Estado, mientras el regulador defiende que su propuesta ofrece estabilidad y previsibilidad durante seis años, una rareza en un contexto de volatilidad financiera y energética.
Una decisión invisible, pero trascendental. La cifra del 6,58% no dirá mucho al consumidor medio, pero de ello depende buena parte del futuro eléctrico de España. Define si habrá inversión suficiente para conectar las nuevas fábricas, cargadores de vehículos eléctricos o centros de datos que apoyen la digitalización, y también cuánto pagará cada familia para mantener operativa esa red. 
 
No notará nada en su próxima factura, pero esta decisión determina cuánto pagará (y qué tan confiable será su red) durante los próximos cinco años. Entre contener los precios y garantizar la inversión, la CNMC y las eléctricas se juegan una partida que definirá la transición energética del país.
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