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Tecnología

Hay muchas maneras de revertir el calentamiento global, pero ninguna tan sabrosa como cultivar ostras a gran escala. – Tinta clara

  • noviembre 2, 2025
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Hace unos días decíamos que 55.000 ostras estaban a punto de invadir el Mar Menor y, por extraño que parezca, es una buena noticia. Este es el primer

Hay muchas maneras de revertir el calentamiento global, pero ninguna tan sabrosa como cultivar ostras a gran escala.

 – Tinta clara

Hace unos días decíamos que 55.000 ostras estaban a punto de invadir el Mar Menor y, por extraño que parezca, es una buena noticia. Este es el primer paso de un proyecto del Instituto Español de Oceanografía para recuperar la ostra plana en la laguna más grande del país y, de paso, introducir un biofiltro natural que contribuirá a solucionar el callejón sin salida en el que se encuentra esa zona.

Y este es sólo un ejemplo de algo realmente curioso: durante años, se ha afirmado que el cultivo de ostras es (quizás) la (única) industria «agrícola» buena para el medio ambiente mundial.

Y no es una ‘bouade’: tenemos datos. Hace unos días la revista Nature publicó un análisis muy interesante del ciclo de vida en las granjas de ostras irlandesas. De ahí podemos extraer numerosos datos sobre su capacidad para reducir la «contaminación ambiental y climática»: por cada tonelada de ostras se fijan 3,05 kilos de nitrógeno, 0,35 kilos de fósforo y unos 70 kilos de carbono.

Todos los acuicultores ellos saben que las ostras son «ingenieras de ecosistemas». Filtran el agua, reducen la turbidez, eliminan componentes problemáticos y facilitan la robustez de los hábitats y aumentan la biodiversidad. Es decir, no hay duda de los beneficios locales de este tipo de explotación.

La novedad es, en cualquier caso, que esta aportación también va más allá de lo local.

¿Y lo es? En comparación con la ganadería terrestre, los bivalvos suelen tener una huella de carbono baja en relación con su densidad proteica. De hecho, según el análisis del que hablábamos, la huella por tonelada es muy manejable y buena parte de ella se compensa con el carbono mineralizado de las conchas.

Si se las arreglan bien, claro. Porque, si miramos los datos brutos, como solución climática global, las ostras son una estrategia modesta. Al final, los balances de carbono dependen del sitio concreto, el manejo de los bivalvos, la reutilización de conchas y, por supuesto, la energía utilizada en toda la cadena productiva.

Por tanto, cuando hablamos de «potencial para luchar contra el cambio climático» debemos tener dos cosas en cuenta. La primera es su capacidad para demostrar que podemos construir otra industria alimentaria.

El segundo es mostrar que el impacto de las cosas que hacemos va más allá de lo que podemos ver directamente. En el caso de las ostras, debemos tener en cuenta que su impacto en la calidad del agua y la biodiversidad no sólo es poderoso y rentable; sino que contribuye indirectamente a detener el cambio climático.

Buenas noticias más allá de los datos concretos. Ese es el resumen: si las ostras pueden cambiar el campo de juego; Si puedes empujarnos aunque sea un centímetro en la dirección correcta… bienvenido.

Imagen | Animación Visual

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